viernes, 26 de julio de 2013

Tiempo de estío - Noches de Verano


Retornos del Amor en una Noche de Verano

A tientas el amor, a ciegas en lo oscuro
tal vez entre las ramas, madura, alguna estrella,
vuelvo a sentirlo, vuelvo,
mojado de la escarcha caliente de la noche,
contra el hoyo de mentas tronchadas y tomillos.

Es él, único, solo, lo mismo que mi mano,
la piel desparramada de mi cuerpo, la sombra
de mi recién salido corazón, los umbrosos
centros más subterráneos de mi ser lo querían.

Vuelve único, vuelve
como forma tocada nada más, como llena
palpitación tendida cubierta de cabellos,
como sangre enredada en mi sangre, un latido
dentro de otro latido solamente.

Mas las palabras ¿dónde?
Las palabras no llegan. No tuvieron espacio
en aquel agostado nocturno, no tuvieron
ese mínimo aire que media entre dos bocas
antes de reducirse a un clavel silencioso.

Pero un aroma oculto se desliza, resbala,
me quema un desvelado olor a oscura orilla.
alguien está prendiendo por la yerba un murmullo.
es que siempre en la noche del amor pasa un río.

Rafael Alberti
España 1902-1999
Del libro “Retornos de lo vivo lejano” 1952

jueves, 25 de julio de 2013

Tiempo de estío - Noches de verano


Noche de Verano

Pulsas, palpas el cuerpo de la noche,
verano que te bañas en los ríos,
soplo en el que se ahogan las estrellas,
aliento de una boca,
de unos labios de tierra.

Tierra de labios, boca
donde un infierno agónico jadea,
labios en donde el cielo llueve
y el agua canta y nacen paraísos.

Se incendia el árbol de la noche
y sus astillas son estrellas,
son pupilas, son pájaros.
Fluyen ríos sonámbulos.
Lenguas de sal incandescente
contra una playa oscura.

Todo respira, vive, fluye:
la luz en su temblor,
el ojo en el espacio,
el corazón en su latido,
la noche en su infinito.

Un nacimiento oscuro, sin orillas,
nace en la noche de verano,
en tu pupila nace todo el cielo.

Octavio Paz
México 1914-1998

miércoles, 24 de julio de 2013

Tiempo de estío - Noches de verano

Noche de Verano

Es una hermosa noche de verano.
Tienen las altas casas
abiertos los balcones
del viejo pueblo a la anchurosa plaza.
en el amplio rectángulo desierto,
bancos de piedra, evónimos y acacias,
simétricos dibujan
sus negras sombras en la arena blanca.
En el cénit, la luna, y en la torre,
la esfera del reloj iluminadas.
Yo en este viejo pueblo paseando
solo, como un fantasma.

Antonio Machado
España 1875-1939
Del libro “Campos de Castilla”

sábado, 20 de julio de 2013

Dedicatoria al padre


Los Pasos Lejanos

Mi padre duerme. Su semblante augusto
figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce…
si hay algo en él de amargo, seré yo.

Hay soledad en el hogar; se reza;
y no hay noticias de los hijos hoy.
Mi padre se despierta, ausculta
la huida a Egipto, el restañante adiós.
Está ahora tan cerca;
si hay algo en él de lejos, seré yo.

Y mi madre pasea allá en los huertos,
saboreando un sabor ya sin sabor.
Está ahora tan suave,
tan ala, tan cálida, tan amor.

Hay soledad en el hogar sin bulla,
sin noticias, sin verde, sin niñez.

Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.

César Vallejo
“Canciones del Hogar”


Dedicatoria al padre


Mi Padre Ha Muerto

A pleno silencio es cuando escribo
los versos más hermosos.

Hoy hubiese querido abrazar a mi padre
y no fue posible.
Mis hijos tironeaban de mí
para que no cayera
en el abismo de sus brazos.

Hicimos ejercicios de fuerza y los vencí.
Ellos fueron alegres por mi juventud
y porqué no decirlo
antes de los juegos
el mayor dudaba de mis fuerzas.

No fue fácil vencerlo
hubo un instante
donde lo que reinaba
era el equilibrio.
Después
su brazo fue cediendo
lentamente y comenzamos a reir
a festejar
con amplias risas cristalinas
haber comprendido
que la conversación que manteníamos
aún no había concluido.

Después de los juegos
yo también estaba contento
y mientras me bañaba
tuve fantasías
de viajar con mis hijos al mar.

Dejaba que el agua cayera sobre mí
hasta confundirme con ella.
Mi cálida espuma tocaba
levemente los pies de los pequeños
y grandes oleadas de inmensidad
jugaban con los grandes
alegremente pero con firmeza
el juego de la vida:

Vencer y con la misma pasión
ser vencido.

Ha nacido el padre de mis hijos
y en ese remolino
semejante a la propia locura
donde mañana no habrá nada de hoy
en esa alegría
mi padre ha muerto.

Miguel Oscar Menassa



Dedicatoria al padre


Él era mi Padre

Él era mi padre
y caminaba siempre unos pasos
delante de todas las mujeres.

Yo era su hijo
y lo reconocía siempre
por su soledad.

Después cuando crecí
y podía correr para alcanzarlo
él tuvo un amigo.
me miraba largamente a los ojos
y yo nunca podía sostener su mirada.

Aún hubo un después
él me contaba historias
y mientras me contaba
perdía la mirada.

Era un país lejano
el que había en sus ojos
y yo no estaba.

Con tiempo
con palabras
me acostumbraré al vacío.

Miguel Oscar Menassa

viernes, 19 de julio de 2013

Dedicatoria al padre


Al Padre

Donde sobre las aguas violeta
estaba Messina, entre cables rotos
y ruinas tú marchas entre vías
y cambios con tu gorro de gallo
isleño. El terremoto hierve
desde hace tres días, diciembre de huracanes
y mar envenenado. Nuestras noches caen
en los vagones de carga y nosotros, rebaño infantil,
contamos sueños polvorientos con los muertos
aplastados por hierros, mientras mordemos almendras
y guirnaldas de manzanas secas. La ciencia
del dolor puso verdad y aceros
en los juegos de las bajas llanuras de malaria
amarilla y terciaria hinchada de barro.

Tu paciencia
triste, delicada, nos robó el miedo,
fue lección de días unidos a la muerte
apresados entre las ruinas y ajusticiados en la tiniebla
por la fusilería de los desembarcos, cuenta
de números bajos que resultaba exacta,
concéntrica, un balance de vida futura.

Tu gorro de sol bajaba y subía
en el poco espacio que siempre te han dado.

También a mi me midieron cada cosa
y he llevado tu nombre
un poco más allá del odio y de la envidia.
Ese rojo sobre tu cabeza era una mitra,
una corona con alas de águila.
Y ahora, en el águila de tus noventa años
he querido hablar contigo, con tus señales
de partida coloreadas por la linterna
nocturnal y aquí desde una rueda
imperfecta del mundo,
sobre un cúmulo de muros cerrados,
lejos de los jazmines de Arabia
donde todavía estás, para decirle
lo que en un tiempo no pude –difícil afinidad
del pensamiento- para decirle, y no nos escuchan sólo
cigarras en los cruces, agaves lentiscos,
como el campesino dice a su señor:
“Besamos las manos”. Esto nada más.
Oscuramente fuerte es la vida.

Salvatore Quasimodo
Italia, 1901

viernes, 12 de julio de 2013

Homenaje a Carilda Oliver Labra en su cumpleaños

Guárdame el Tiempo

Vuelves a renovarme el don perpetuo.
otra vez eres ése
que me enseñó las señales del alba.
El que salvó una hormiga en el borde del vaso.

Vuelves para pedirme que reúna
la corte de los gatos,
que te ampare de aquel golpe en la nuca,
que te dé mi tristeza como un sorbo,
que te recorte alguna uña,
que me moje de ti,
que te alcance el café,
que no oscurezca,
que me case contigo esta noche otra vez.

Se nos quedaron muchas cosas sin hablar.
necesitamos una cita,
porque
¿a quién le doy tantas caricias
que sobraron,
aquellas que olvidé ponerte sobre el pecho?
¿A quién le cuento
que he planchado, creyendo que era tela,
tu perfil de muchacho?

¿A quién convido ahora con mis piernas
y le enseño el jazmín que nació anoche.,
y le pongo una abeja a que lo pique,
y le saludo la inocencia?

¿A quién le miento y juro,
a quién retiro un pan contra la oreja,
a quién le digo que lo odio,
y luego, que lo amo?

¿A quién le digo hijo,
y me lo paso por dentro como un trapo?
sé bien que estás metido en nuestros átomos,
que te mueves en ese aire que espantó estas páginas
que observas desde los retratos,
que te has caído hoy contra mi pecho
y para que seamos uno solo
hasta este propio corazón
me lo has parado;
sé que estoy muerta
soñando que te busco por el cuarto.

Guárdame el tiempo.
Guárdamelo.
Estoy segura de que puedes.
Así no ha de caer la luna
ni tendrás que morirte en la mañana
y el jueves será eterno
y te besaré siempre como el veinticuatro
de septiembre
de mil novecientos ochenta y uno.
Guárdame el tiempo,
guárdamelo.

¡Qué no pase ni un minuto,
que nada ciego nazca,
que no se invente un aparato de tortura
ni estalle otra contienda contra el hombre;
que no cacen más pájaros,
 que no se malogre la pureza,
que vuelvas
a ser
y aquel esplendor tuyo se mezcle, poderoso,
a mis harapos!

Guárdame el tiempo
guárdamelo.

Te lo pido con rabia,
con ternura,
con todo lo que no es palabra.
Para que siempre seamos lo estupendo:
hombre y mujer
girando,
nueva especie del mundo;
ya casi un milagro.
Pues me han salido en la cara tus ojos
y a ti en el rostro mi boca,
y no sé cuando te miro si eres tú quien me mira
ni cuando tú me besas
si soy yo quien te ha besado.

Carilda Oliver Labra
Poema leído por Gloria Gómez 

jueves, 11 de julio de 2013

Homenaje a Carilda Oliver Labra en su cumpleaños

Canto a Matanzas

Por el Pompón donde bebo,
por el Canímar que cruza
hacia el mar desde mi blusa;
por esta pena que muevo,
lo juro por Pueblo Nuevo
-que es de rodillas jurar-:
quisiera hacerte un cantar
con versos, con margaritas,
con jarcias y estalactitas
robadas a Bellamar.

Matanzas lenta: yo adoro
los líquenes putrefactos,
tus rayoneros, tus pactos
con crepúsculos de oro;
y sigo aquí, no demoro
mi cariño en toros valles.
Desde la Playa a Versalles
te repito como un cuento
y soy un ciclón violento
de soledad por tus calles.

¿Y qué decir de mi herida
que por la hierba se mete?
¿qué decir de este juguete
en que ha parado mi vida?
¿qué decir, tierra querida
donde acabaré este viaje
sin destino ni equipaje,
de aquel hombre, de aquel hombre
que dejó roto mi nombre
en medio de tu paisaje?

Te quiero porque eres triste,
triste como la tristeza;
te quiero por tu pobreza
de canario sin alpiste.
Te quiero porque trajiste
el verde justo en la sien;
pero te quiero también
por tu pan que tiene sueño,
por tu provenir pequeño
de fósforo y henequén.

Te quiero porque me asombro
de tu majestad humilde,
y te quiero por al tilde
del nombre con que te nombro;
por esto que bajo el hombro
me defiende y me combate;
por mi corazón, que late
rebeldemente inconforme
como un campanario enorme
sobre el tiempo, en Monserrate.

Pareces sola una palma.
exhibes en cada esquina
tu acuarela repentina.
Cuando madrugas en calma
mi carne se vuelve alma.
Tus ciegos se sienten mal
pues no ven la Catedral
ni el valle verde y abierto
ni el Ten Cents: frívolo injerto
de muchachas y cristal.

Matanzas: bendigo aquí
tus malecones mojados,
los árboles desterrados
del Paseo de Martí
y el eco en el Yumurí.
y van mis lágrimas, van
como perlas con imán
o como espejos cobardes
a vaciar todas las tardes
sus aguas en el San Juan.

Sé quieta, sé solidaria,
sé amiga de la marea;
sueña, sueña que pasea
Plácido con su Plegaria.
sé buen, sé legendaria;
oye un violín al revés,
oye el silencio; talvez
cuando suena así la brisa
está llorando por Isa
 el alma de Milanés.

Aunque a tu parque mejor
-ese bello como un cuarzo-
lo llaman algo de Marzo
(que es llamarle lo peor),
la gente que tiene honor,
la ente azul de verdad,
la gente con claridad,
le sigue llamando: Melia,
porque rima con estrella,
con vergüenza y libertad.

Matanzas: siempre me curas
después que el amor me enferma.
si tengo la dicha yerma
y las palomas oscuras
me das tus vendas seguras…
si me sobra el corazón,
si mis labios besos son
y no le encuentro remedio
voy a la calle del Medio
y me compro una ilusión.

Tu pasado tiene un brillos
que no para de crecer,
¡qué pena da recoger
en tu historia algo amarillo,
pero pienso que en el Morrillo
aunque no quiero pensar!
¡Qué pena da recordar!
de lejos casi se acaba:
allí Guiteras jugaba
con un rifle y con el mar.

Matanzas –misa en mis venas-:
beso tus patios con flores,
tus negros estibadores,
tus puentes y tus arenas.
Matanzas –droga en mis venas-:
beso tus mujeres malas,
beso el ruido de las palas
de tus obreros hermanos
y beso tus veteranos
para besarte las alas.

Fui a tu cine, fui a tu escuela,
fui a tu parque adolescente,
y cayó amorosamente
tu tierra sobre mi abuela.
te debo la luz que vuela,
una cita en el recuerdo,
milagros que nunca pierdo
y un dolor como una ele
que apenas sé si me duele
debajo del seno izquierdo.

Te debo, Matanzas, ratos
de bohemia y de locura,
te debo una noche pura
y unos niños sin zapatos
y te debo aquellos gatos
al fondo de mi alegría,
la Plaza de la Vigía,
muchos versos en la frente,
el tedio de ser decente
y este azul de la bahía.

Todo te debo, Matanzas:
la Biblioteca, el estero,
tener alma y no dinero…
te debo las esperanzas.
A mi pecho te abalanzas
con una pasión tan fuerte
que no basta con saberte
en mi sangre, detenida:
ya que te debo la vida
te quiero deber la muerte.

Carilda Oliver Labra (1954)
Poema leído por Maribel Domínguez Duarte




Homenaje a Carilda Oliver Labra en su cumpleaños


Al Dorso Un Retrato

Mira el retrato…
¡fíjate bien!:
en lo que tengo tras la sien
hay arrebato.
Y la sonrisa
que por el rostro pasea,
como enfermiza,
es pena fea.

¿No has observado
esta nariz?
es un rarísimo desliz…
¡vaya pecado!

En la garganta
ya casi pura
cantando canta
mi sepultura.

No he de ocultarte que por la frente
anda cautivo
un ser ausente,
peor que vivo.

Mira mi boca
-¿será de hada, será de bruja?-;
me la he cosido con una aguja;
herida antigua que se sofoca.
jardín de rasos elementales,
ya no es un vino;
y aunque le corto ala y camino
tiene una furia, sufre unos males…

Aquí en el pecho
inútilmente, no sin razón,
loco, maltrecho,
mi corazón
el tiempo olvida;
por una estrella lo cambia todo,
y muy a su modo
hace la vida.

Estas orejas
guardan secretos interesantes,
músicas viejas,
voces de antes.

Lo que me pierde
y me aniquila
es la pupila
trágica, verde:
jade en que huyo,
mito en desgracia,
hoja de acacia,
luz de cocuyo.

A maravilla
el mármol finge
de alguna estatua, de alguna esfinge
esta mejilla;
y sin embargo
es suave y dulce como una pera
y sólo espera
un beso largo.

¿Y mi cabello?
pobre tesoro,
pájaro bello,
lluvia de oro,
sube que sube
se enreda siempre con una nube.

Soy algo boba,
soy algo miope.
(Uno me daña y otro me ora);
pero ando en sueños siempre a galope.

¿Ves este cuello?
pues se me enfría…
lleva la muerte como un destello
de poesía.

Vida absoluta.
Hay cierta monja que nunca azoro,
hay cierta puta
aquí en mi carne. Con ambas lloro.

Cuando mañana se vuelva ayer
no haré del polvo un parentesco:
¡en el retrato siempre parezco
una mujer!

Carilda Oliver Labra
Poema leído por Esther Núñez en la voz de Maribel Domínguez Duarte 


domingo, 7 de julio de 2013

Poemas del recital 23 de junio de 2013


Madrigal apasionado
Quisiera estar en tus labios
para apagarme en la nieve
de tus dientes.
Quisiera estar en tu pecho
para en sangre deshacerme.
Quisiera en tu cabellera
de oro soñar para siempre.
Que tu corazón se hiciera
tumba del mío doliente.
Que tu carne sea mi carne,
que mi frente sea tu frente.
Quisiera que toda mi alma
entrara en tu cuerpo breve
y ser yo tu pensamiento
y ser yo tu blanco veste.
Para hacer que te enamores
de mí con pasión tan fuerte
que te consumas buscándome
sin que jamás ya me encuentres.
Para que vayas gritando
mi nombre hacia los ponientes,
preguntando por mí al agua,
bebiendo triste las hieles
que antes dejó en el camino
mi corazón al quererte.
Y yo mientras iré dentro
de tu cuerpo dulce y débil,
siendo yo, mujer, tú misma,
y estando en ti para siempre,
mientras tú en vano me buscas
desde Oriente a Occidente,
hasta que al fin nos quemara
la llama gris de la muerte.

Federico García Lorca
Poema leído por Maribel Domínguez Duarte

Poemas del recital 23 de junio de 2013


Pueblo

 Pero ¿qué son las armas: qué pueden, quién ha dicho?
Signo de cobardía son: las armas mejores
aquellas que contienen el proyectil de hueso
son. Mírate las manos.

Las ametralladoras, los aeroplanos, pueblo:
todos los armamentos son nada colocados
delante de la terca bravura que resopla
en tu esqueleto fijo.


Porque un cañón no puede lo que pueden diez dedos:
porque le falta el fuego que en los brazos dispara
un corazón que viene distribuyendo chorros
hasta grabar un hombre.


Poco valen las armas que la sangre no nutre
ante un pueblo de pómulos noblemente dispuestos,
poco valen las armas: les falta voz y frente,
les sobra estruendo y humo.


Poco podrán las armas: les falta corazón.
Separarán de pronto dos cuerpos abrazados,
pero los cuatro brazos avanzarán buscándose
enamoradamente.


Arrasarán un hombre, desclavarán de un vientre
un niño todo lleno de porvenir y sombra,
pero, tras los pedazos y la explosión, la madre
seguirá siendo madre.


Pueblo, chorro que quieren cegar, estrangular,
y salta ante las armas más alto, más potente:
no te estrangularán porque les faltan dedos,
porque te basta sangre.


Las armas son un signo de impotencia: los hombres
se defienden y vencen con el hueso ante todo.
Mirad estas palabras donde me ahondo y dejo
fósforo emocionado.


Un hombre desarmado siempre es un firme bloque:
sabe que no es estéril su firmeza, y resiste.
Y los pueblos se salvan por la fuerza que sopla
desde todos sus muertos.


Miguel Hernández
Del libro “El hombre acecha”


Poemas del recital 23 de junio 2013

Amor Perdido.
La Juventud

IV

Nunca te dejes llevar por torpes sentimientos.
No ames, demasiado, el puro amor del alba
ni bebas, demasiado, del néctar de los labios
ni mires, demasiada, televisión por las noches
ni vayas a la guerra ni mates por la espalda.

No te dejes coger por la miseria de los ricos
ni por las ambiciones malignas de los pobres.
Tú tranquilo, hombre, que no pasa nada.
No te dejes engañar por el amor de una mujer
y mucho menos por el amor de un hombre.

Lo mejor de todo es no servirle a nadie y
trabajar duro, por las dudas nadie te sirva a ti.
Y después si todo lo bueno no te alcanza
escribe versos de costado, sin caer en el abismo,
sin derramarte en lágrimas, sin morir en el final,
sin abrirte, sin llamar la atención, un verso sólo,
fuerte, que desgarre las fibras de las letras,
pero que a ti te pase por encima, más allá de tu carne.

Después, descansa, toca la lira y canta en el extranjero,
así, cuando ya nadie, nadie, pueda comprenderte,
serás, enteramente, libre, abierto a lavejez.

Miguel Oscar Menassa
Poema leído por Esther Núñez