martes, 24 de septiembre de 2013

Un poema de Maribel Domínguez Duarte


SEGUIRÉ REMANDO

A mi padre


No logrará la desgarradura del tiempo
Perteneciente a las ásperas horas
Estancadas en el dolor,
Ni el enjambre de los ruidosos días venideros
Vaciar las íntimas celdas
Donde habita tu presencia.

Resuena en voces ajenas
Tu cordial sonrisa
Posada en la dignidad de una ventana vacía.

Farina bebe vino amargo para nunca olvidarla
Estalla una mueca de orgullo
Dirigida a tu piel labrada
De navegante abnegado.

Albergo tu sangre, latiendo,
Remando hacia lejanos puertos,
Aquellos que nombrabas:
Casablanca, Agadir, El Gran Tarajal…
Emprendiste nuevos pasos en la árida meseta
Trabajando con tenacidad
Amando con tesón
En un sólido pilar
Compuesto por el fulgor de este amor inextinguible
Que siento muy adentro.

Tus cansados huesos
Asumieron la ley implacable del tiempo.

Descansa tranquilo,
Compartiste toda la bondad de la que estabas repleto
Te cubre para siempre,
Un bello recuerdo encendido.


Maribel Domínguez Duarte

sábado, 21 de septiembre de 2013

Tiempo de estío

Monumento al Mar

Paz sobre la constelación cantante de las aguas
entrechocadas como los hombros de la multitud
paz en el mar a las olas de buena voluntad
paz sobre la lápida de los naufragios
paz sobre los tambores del orgullo y las pupilas tenebrosas
y si yo soy el traductor de las olas
paz también sobre mí.

He aquí el molde lleno de trizaduras del destino
el molde la venganza
con sus frases iracundas despegándose de los labios
he aquí el molde lleno de gracia
cuando eres dulce y está allí hipnotizado por las estrellas

He aquí la muerte inagotable desde el principio del mundo
porque un día nadie se paseará por el tiempo
nadie a lo largo del tiempo empedrado de planetas difuntos

Este es el mar
el mar con sus olas propias
con sus  propios sentidos
el mar tratando de romper sus cadenas
queriendo ser pulmón o neblina de pájaros en pena
o el jardín de los astros que pesan en el cielo
sobre las tinieblas que arrastramos
o que acaso nos arrastran
cuando vuelan de repente todas las palomas de la luna
y se hace más oscuro que las encrucijadas de la muerte

El mar entra en la carroza de la noche
y se aleja hacia el misterio de sus parajes profundos
se oye apenas el ruido de las ruedas
y el ala de los astros olvidados
y a las estrellas conocidas.

Este es el mar que se despierta como el llanto de un niño
el mar abriendo los ojos y buscando el sol con sus pequeñas manos temblorosas
el mar empujando las olas
sus olas que barajan los destinos

Levántate y saluda el amor de los hombres

Escucha nuestras risas y también nuestro llanto
escucha los pasos de millones de esclavos
escucha la protesta interminable

De esa angustia que se llama hombre
escucha el dolor milenario de los pechos de carne
y la esperanza que renace de sus propias cenizas cada día.

También nosotros te escuchamos
rumiando tantos astros atrapados en tus redes
rumiando eternamente los siglos naufragados
también nosotros te escuchamos.

Cuando te revuelcas en tu lecho de dolor
cuando tus gladiadores se baten entre sí

cuando tu cólera hace estallar los meridianos
o bien cuando te agitas como un gran mercado en fiesta
o bien cuando maldices a los hombres
o te haces el dormido
tembloroso en tu gran telaraña esperando la presa.

Lloras sin saber por qué lloras
y nosotros lloramos creyendo saber por qué lloramos
sufres sufres como sufren los hombres
que oigan rechinar tus dientes en la noche
y te revuelques en tu lecho
que el insomnio no te deje calmar tus sufrimientos
que los niños apedreen tus ventanas
que te arranquen el pelo
tose tose revienta en sangre tus pulmones
que tus resortes enmohezcan
y te veas pisoteado como césped de tumba.

Pero soy vagabundo y tengo miedo que me oigas
tengo miedo de tus venganzas
olvida mis maldiciones y cantemos juntos esta noche
hazte hombre te digo como yo a veces me hago mar
olvida los presagios funestos
olvida la explosión de mis praderas
yo te tiendo las manos como flores
hagamos las paces te digo
tú eres el más poderoso
que yo estreche tus manos en las mías
y sea la paz entre nosotros.

Junto a mi corazón te siento
cuando oigo el gemir de tus violines
cuando estás ahí tendido como el llanto de un niño
cuando estás pensativo frente al cielo
cuando estás dolorido en tus almohadas
cuando te siento llorar detrás de mi ventana
cuando lloramos sin razón como tú lloras.

He aquí el mar
el mar donde viene a estrellarse el olor de las ciudades
con su regazo lleno de barcas y peces y otras cosas alegres
esas barcas que pescan a la orilla del cielo
esos peces que escuchan cada rayo de luz
esas algas con sueños seculares
y esa ola que canta mejor que las otras.

He aquí el mar
el mar que se estira y se aferra a sus orillas
el mar que envuelve las estrellas en sus olas
el mar con su piel martirizada
y los sobresaltos de sus venas
con sus días de paz y sus noches de histeria.

Y al otro lado qué hay al otro lado
qué escondes mar al otro lado
el comienzo de la vida largo como una serpiente
o el comienzo de la muerte más honda que tú mismo
y más lata que todos los montes
qué hay al otro lado
la milenaria voluntad de hacer una forma y un ritmo
o el torbellino eterno de pétalos tronchados.

He ahí el mar
el mar abierto de par en par
he ahí el mar quebrado de repente
para que el ojo vea el comienzo del mundo
he ahí el mar
de una ola a la otra hay el tiempo de la vida
de sus olas a mis ojos hay la distancia de la muerte.

Vicente Huidobro
Chile   1893-1948



martes, 10 de septiembre de 2013

Tiempo de estío


Despedida del Mar

Por más que intente al despedirme
guardarte entero en mi recinto
de soledad, por más que quiera
beber tus ojos infinitos,
tus largas tardes plateadas,
tu vasto gesto, gris y frío,
sé que al volver a tus orillas
nos sentiremos muy distintos.
Nunca jamás volveré a verte
con estos ojos que hoy te miro.

Este perfume de manzanas,
¿de dónde viene? ¡Oh sueño mío,
mar mío! ¡Fúndeme, despójame
de mi carne, de mi vestido
mortal! ¡Olvídame en la arena,
y sea yo también un hijo
más, un caudal de agua serena
que vuelve a ti, a su salino
nacimiento, a vivir tu vida
como el más triste de los ríos!

Ramos frescos de espuma... Barcas
soñolientas y vagas... Niños
rebañando la miel poniente
del sol... ¡Qué nuevo y fresco y limpio
el mundo...! Nace cada día
del mar, recorre los caminos
que rodean mi alma, y corre
a esconderse bajo el sombrío,
lúgubre aceite de la noche;
vuelve a su origen y principio.

¡Y que ahora tenga que dejarte
para emprender otro camino!...

Por más que intente al despedirme
llevar tu imagen, mar, conmigo;
por más que quiera traspasarte,
fijarte, exacto, en mis sentidos;
por más que busque tus cadenas
para negarme a mi destino,
yo sé que pronto estará rota
tu malla gris de tenues hilos.
Nunca jamás volveré a verte
con estos ojos que hoy te miro.

José Hierro
España 1922-2002
De "Tierra sin nosotros" 1947

domingo, 8 de septiembre de 2013

Tiempo de estío

Yo Tengo mis Amores en el Mar

¡Hijo del mar, espíritu querido!,
alto ingenio inmortal de la poesía,
escucha desde el mar este gemido
que mi amoroso corazón te envía:
yo te adoro en el mar, y yo he venido
a escuchar en sus hondas tu armonía
y en su brisa tu aliento a respirar,
porque están mis amores en el mar.

Muchas noches al rayo de la luna
te he visto en la mitad del Océano
maldiciendo el rigor de tu fortuna
y mi sombra hacia ti llamando en vano;
y a las olas que van una por una
a estrellarse en el muro gaditano,
les digo que te lleven mi cantar
cuando se tornen con la aurora al mar.

Sobre esa torre que en la noche oscura
brilla como la luz de tu mirada,
muchas veces también subo agitada
a mirar tu bajel desde la altura;
y si está su bandera enarbolada,
mi voz en las borrascas te conjura
para que puedan libres navegar
los amores que tengo en este mar.

Pregúntale a la tórtola africana,
si al cruzar por las costas españolas,
no me encontró llorando esta mañana
al pie de las marinas banderolas;
yo le rogué que fuera por las olas
a buscar a tu nave soberana,
y a decirte, poeta, en su cantar
que tengo mis amores en el mar.

Tú de mi juventud primer suspiro,
la primera ilusión de mis cantares,
el fecundo laurel del Manzanares,
cuyas hojas perfuman mi retiro;
tú cuya imagen en las olas miro,
porque eres hijo de los bellos mares,
escucha, si me puedes escuchar,
el amoroso adiós que doy al mar…

Perdón, amigos, si al sonar mi acento
en el último adiós de despedida,
la mente absorta en su ilusión querida
arrebató mi voz por un momento:
nunca de la amistad el sentimiento
mi agradecido corazón olvida;
pero mirad cuán grande es mi penar
que dejo mis amores en el mar.

Perdón, amigos, si empecé mi canto
a una memoria de eternal consuelo,
y por amante respetad mi duelo
si al recordar su nombre sufro tanto;
y por amante respetad mi llanto
si en esta agitación y este desvelo
al deciros adiós vengo a llorar
¡porque dejo su tumba en ese mar!

Harto dolor aguarda a mi existencia
lejos del mar que mi tristeza calma,
y harta paciencia necesita el alma
para sufrir, amigos, esta ausencia;
pero si logro al fin con la paciencia
de mi martirio conquistar la palma,
yo volveré después de mi penar
a buscar mis amores en el mar.

Más tarde o más temprano mi barquilla
naufragará en la costa gaditana,
y arrojará la mar hasta la orilla
entre la espuma mi reliquia humana;
y esa poetisa, que me nombra hermana,
os dirá con su voz clara y sencilla:
“Aquí vino su sombra a descansar,
porque están sus amores en el mar”.

Carolina Coronado
España   1890-1911


sábado, 7 de septiembre de 2013

Tiempo de estío

Seres en el Mar

Desnudas las exiges, por vestirlas de ti
a las criaturas.
Por echar en sus hombros estos mantos
transparentes y puros, transformando
en el alma la carne:
arrebatándoles el polvo milenario de la gleba,
lavándolas del surco, del polen fermentado,
del ácido frutal de las cosechas.

Joyas son de ti cuando las bañas.
Purificadas de sus siete toros negros, si las tocas.
Destellantes de virtudes casi humanas,
por tu divino contacto.

Corroes sus cortezas,
disuelves sus maduras y escamosas túnicas.
salvas, como el bautismo de Juan,
todo un génesis de culpas.

Si. Desnudos nos espera tu ronca y delicada caracola
para nacer nuevamente en el mar de que tú eres
a una paz del espíritu, liberto.

Como lavas microscópicas dejamos en tu orilla
las sucias arenas de pecados tristes.

Carmen Conde
España  1907-1996

jueves, 5 de septiembre de 2013

Tiempo de estío

Cerca del Agua te Quiero Llevar

Cerca del agua de quiero llevar,
porque tu arrullo trascienda del mar.

Cerca del agua te quiero tener,
porque te aliente su vívido ser.

Cerca del agua te quiero sentir,
porque la espuma te enseñe a reír.

Cerca del agua te quiero, mujer,
ver, abarcar, fecundar, conocer.

Cerca del agua perdida del mar,
que no se puede perder ni encontrar.

Miguel Hernández
España 1910
“Cancionero y romancero de ausencias”

lunes, 2 de septiembre de 2013

Tiempo de estío: el verano, el mar, la playa...

Monte y Mar

Desde las esmeraldas
donde el sol pace sueños de castaños
y los rastrojos gualdas
cortan la cabellera de los años,
donde la tierra guarda sus redaños

de cristales y enciende alabastros en llamas policromas,
mi pluma moja e hiende
el jaspe de su tinta de palomas
y de rocas de mar arranca poemas.

Y para ti, serrana
pabellón del cuartel de nuestra vida,
mi rebaño se afana
en romper el redil y la guarida
y hacia ti encaminarse la salida.

Y aquí estás, toda y una,
alas de arcángel, sangre de sirena,
piel de seno de luna,
voz de cristal de inagotable vena,
llena de ardor y en el ardor serena.

De la sierra a los mares,
el cántaro de cobre de tu gracia
relumbra en los ijares
del caballo andaluz que corre hacia
el mar de sangre azul de aristocracia.

Tierra que galopea,
corre y trota y remoja sus arreos
en piscina febea,
no llora por Genil ni por Egeos,
porque su mar culmina sus deseos.

Con alondras de oro
la noche en la marisma abre su capa
de torero azul moro
y con la seda la testuz empapa
de la luna bicorne, grande y guapa.

Y en la fiesta de suma
realización del palanquín del sueño,
es tu gracia de espuma
el fajín de color, del cielo dueño,
único vencedor en el empreño.

Las jacas de tus ojos,
alazanas de amor en feria clara,
--feria de soles rojos—
en el campo de abriles de tu cara,
por tus mejillas van triscando jara.

Y estos valles de palios
donde las hojas llueven amatistas,
y rubidios, y talios,
y esmeraldas de pálidas aristas,
entre nubes sin sol guardan sus vistas.

Porque tú, la serrana de mi tierra,
abre tu boca-risa,
la corola del sol rauda se cierra,
en celajes, de prisa,
mientras de gloria tuya el mar se irisa.

Rogelio Buendía
España  1891-1969
“Guía de jardines, 1928”

domingo, 1 de septiembre de 2013

Tiempo de estío: el verano, el mar, la playa...

Mar

El viento llevó a los mares
un féretro de cristal.

¡Marinero,
si lo ves desde tu barca
encamínalo a alta mar,
que en él navega mi alma,
que murió por navegar!...

Concha Méndez Cuesta
España  1898-1986
“Surtidor, 1928”