lunes, 23 de febrero de 2015

Presentación del poemario





Tendrá lugar en:

KINGSTON PUB

C/ Santiago, 8
ALCALÁ DE HENARES

8 de MARZO de 2015

Hora: 19,15

ENTRADA LIBRE

Leído en el taller



LA CICATRIZ

A cada hombre le tendríamos que hablar en una lengua distinta,
a cada amigo le tendríamos que hablar con una voz distinta
para que nos pidiesen comprender,
pero la lengua personal es tan fiel a sí misma,
tan incomunicable
que las palabras son como ataúdes
 y sólo llevan de hombre a hombre
su andamio agonizante,
su remanente de silencio
y su estertor.
                     Como aquella mañana
en que el sentarme en el autobús
vi a mi lado una antigua moneda romana,
una medalla
o  una lápida
que hablaba masticando las palabras,
era una campesina ya embebida
por la intemperie de la noche a tientas
y de la vida a ciegas
que me miraba con un poco de luto en las pupilas
como queriéndome abrigar,
y yo no supe contestarle,
y yo callaba junto a ella
porque mi lengua personal es inventada,
enfática,
y como no me sirve para hablar con un obrero o con un niño,
y como no me puede dar la absolución
a veces tengo que ocultarla como se oculta el dinero en la cartera,
a veces tengo que callar
como hice entonces,
sintiendo de repente
la incomunicación
igual que el aletazo de un murciélago,
con su golpe de trapo,
y su asco parcelado sobre el rostro,
donde el labio que calla va convirtiéndose en cicatriz.

Luis Rosales
De “Como el corte hace sangre, 1974”
España  1910 – 1992

sábado, 21 de febrero de 2015

Leído en el taller


EL BUEN SENTIDO

Hay, madre, un sitio en el mundo, que se llama París. Un sitio muy grande y lejano y otra vez grande.
Mi madre me ajusta el cuello del abrigo, no porque empieza a nevar, sino para que empiece a nevar.
La mujer de mi padre está enamorada de mí, viniendo y avanzando de espaldas a mi nacimiento y de pecho a mi muerte. Que soy dos veces suyo por el adiós y por el regreso. La cierro, al retornar. Por eso me dieran tanto sus ojos,  justa de mí, infraganti de mí, aconteciéndose por obras terminadas, por pactos consumados.
Mi madre está confesa de mí, nombrada de mí. ¿Cómo no da otro tanto a mis otros hermanos? A Víctor por ejemplo, el mayor, que es tan viejo ya, que las gentes dicen: ¡Parece hermano menor de de su madre! ¡Fuerte porque yo he viajado mucho! ¡Fuerte porque yo he vivido más!
Mi madre acuerda carta de principio colorante a mis relatos de regreso.  Ante mi vida de regreso, recordando que viajé durante dos corazones por su vientre, se ruboriza y se queda mortalmente lívida, cuando digo, en el tratado del alma: Aquella noche fui dichosos. Pero, más se pone triste; más se pusiera triste.
--Hijo, ¡cómo estás viejo!
Y desfila por el color amarillo a llorar, porque me halla envejecido, en la hoja de espada, en la desembocadura de mi rostro. Llora de mí, se entristece de mí ¿Qué falta hará mi mocedad, si siempre seré su hijo? ¿Por qué las madres se duelen de hallar envejecidos a sus hijos, si jamás la edad de ellos alcanzará la de ellas? ¿Y por qué, si los hijos, cuanto más se acaban, más se aproximan a los padres? ¡Mi madre llora porque estoy viejo de mi tiempo y porque nunca llegaré a envejecer del suyo!
Mi adiós  partió de un punto de su ser, más externo que el punto de su ser al que retorno. Soy, a causa del excesivo plazo de mi vuelta, más el hombre ante mi madre que el hijo ante mi madre. Allí reside el candor que hoy nos alumbra con tres llamas. Le digo entonces hasta que me callo.
--Hay madre, en el mundo un sitio que se llama Paris. Un sitio muy grande, y muy lejano y otra vez grande.
La mujer de mi padre, al oírme, almuerza y sus ojos mortales descienden nuevamente por mis brazos.



César Vallejo

jueves, 19 de febrero de 2015

Poema leído en el taller


EL LLANTO ES NUESTRO

Españoles:
el llanto es nuestro
y la tragedia también,
como el agua y el trueno de las nubes.
Se ha muerto un pueblo
pero no se ha muerto el hombre.
Porque aún existe el llanto,
el hombre está aquí en pie,
en pie con su congoja al hombro,
con su congoja antigua, original y eterna,
con su tesoro infinito
para comprar el misterio del mundo,
el silencio de los dioses
y el reino de la luz.
Toda la luz de la tierra
la verá un día el hombre
por la ventana de una lágrima…
Españoles,
españoles del  éxodo y el llanto:
levantad la cabeza
y no me miréis con ceño
porque yo no soy el que canta la destrucción
sino la esperanza.


León Felipe




miércoles, 18 de febrero de 2015

Poema leído en el taller


VUELVE EL OTOÑO


Un enlutado día cae de las campanas
como una temblorosa tela de vaga viuda,
es un color, un sueño
de cerezas hundida en la tierra,
es una cola de humo que llega sin descanso
a cambiar el color del agua y de los besos.


No se si me entiende: cuando desde lo alto
se avecina la noche, cuando el solitario poeta
a la ventana oye correr el corcel del otoño
y las hojas del miedo, como la lengua del buey
espeso, algo en la duda del cielo y de la atmósfera.

Vuelven las cosas a su sitio,
el abogado indispensable, las manos, el aceite,
las botellas,
yodos los indicios de la vida: las camas, sobre todo,
están llenas de un líquido sangriento,
la gente deposita sus confianzas en sórdidas orejas,
los asesinos bajan escaleras,
pero no esto, sino el viejo galope,
el caballo del viejo otoño que tiembla y dura.

El caballo del viejo otoño tiene la barba roja
y la espuma del miedo le cubre las mejillas
y el aire que le sigue tiene forma de océano
y perfume de vaga podredumbre enterrada.

Todos los días baja del cielo un color ceniciento
que las palomas deben repartir por la tierra:
la cuerda que el olvido y las lágrimas tejen,
el tiempo que ha dormido largos años dentro de las campanas,
todo,
los viejos trajes mordidos, las mujeres que ven venir la nieve,
las amapolas negras que nadie puede contemplar sin morir,
todo cae a las manos que levanto en medio de la lluvia.

Pablo Neruda
De “Residencia en la Tierra

viernes, 13 de febrero de 2015

Poemas del Recital 25 de enero de 2015


LAS LENGUAS

Yo, que descubrí la existencia de los decimales
y quebrados números y los racionales racimos
del natural sentimiento de la cifra,
puedo describir y digo; hay siete continentes
¿o son cinco?
Y más lenguas que idiomas
¿o  son dialectos de madres?

Yo, que investigué minucioso, alguna vez, algún libro
sagrado o prohibido, y quebré todos los husos musculares
en hilos de plata y, de la razón que las viñetas puso como uvas
para la garganta, conozco
la oquedad del laringoscopio con su final de luz.

Yo, que dibujé carboncillo imitando la silueta de estatua,
el bronce níveo de la escarcha acuarela y los doce lápices
de color en la cena,
resulté impactado por el óleo versátil
en aleación metálica creando, del vacío diferentes planos,
¿O eran mapas buscando tu vientre?

Yo,  sordo para la música de nacimiento, tarareaba versos
cual cantautor volando con un pañuelo rojo al cuello
y cazadora de cuero negro entre bosques de milhojas
preparando el amerizaje de tu ausencia,
¿O era un príncipe escalando el torreón de tus trenzas?

Yo, que no sé hablar todos los idiomas,
y diplomado en cuestas abajo sin freno ni paracaídas, sé decir:
Je t’aime,  je t’aime,  je t’aime.

También viajé tus muslos arriba con lentitud para
en el centro de la cuestión susurrar;
I love you,  i loveyou,  i love you.

Bambina, no me pidas alemán, que no llegué al amazonas aún
y de las inteligentes tribus conservo sólo la pluma del latín recuerdo.

Pero reconozco esta noche entre las sábanas enroscadas
de tanto girar como una hélice sobre mi hambre de lumbre
que, antes y después de arrancarme  el corazón hercúleo de la pasión,
lo que me vuelve auténticamente loco,
 lo que mejor pronuncio,
lo que deseo,
donde soy torero de primera plaza
es cuando con diferentes tonos y todas las vocales,
haciéndote mía:
te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo…
te amo.

Carlos Fernández del Ganso

Del libro “No recuerdo el futuro”

miércoles, 11 de febrero de 2015

Poemas del Recital 25 de enero de 2015


FOTOGRAFÍA

Y encontré una fotografía amarilleada por el tiempo
la tez morena se iba ajando tras la estela fugaz del recuerdo,
la hondura de los ojos tenía la expresión volcánica de la tarde sideral
y la huella de una lágrima vertida,
significaba el fuego apagado en la siembra.

Y me miraba la fotografía interrogando cuán lejos estaba entonces
y me transmitía las palabras ahogadas en la garganta durante las noches,
durante semanas, meses y años acodados en la sombra de la distancia
y me revelaba unos dedos acariciando el destino llevado al destierro.

Y pensaba: ¡cuántas veces esa fotografía debía escuchar tus plegarias!
Y cómo tus sollozos iban apagando el brillo del nácar bajo la luna
y sopesaba las tardes tras la cortina del ventanal aullando cielos.
Y me pregunté: por qué un simple retrato podía saber más de mi sangre
que mis propias venas,
si pronunciabas un nombre en penumbras agotadas en las horas vespertinas
y si alguna vez, implorabas la cercanía de una piel acariciando tu mirada.

Me seguía mirando esa profundidad reflejada en  los ojos de la fotografía
y a veces parecía sonreir a la yema de mis dedos,
como queriendo expresar tantos anhelos abocados al recuerdo,
dentro de una maleta  preparada para el viaje que nunca comenzó.

Gloria Gómez Candanedo

martes, 10 de febrero de 2015

Poemas del Recital 25 de enero de 2015


EL BARRIO

Sueño despierta
y el sueño me vence.
Me mantengo suspendida
para no caer en el abismo
donde las piedras pierden su fragancia.
Me sostengo a flote
y ni la claridad del agua
delata el rostro vencido.

Desafiando a la muerte,
amanece un nuevo día.
El aroma despierta
 inquietudes de abrazos
añoranza de otros besos…
el rostro habla en el espejo
como el verso
al que todos pertenecemos.

Una tarde de domingo…
al fin estrenaría el vestido de flores
prendido de infantil aroma,
la mirada de mi padre
danto su consentimiento.

En fila de a dos
salimos a la calle
advertidos de que sin ella
nada muere
asombrados por rayos de sol
que dibujan líneas intransitables.

La algarabía en las calles
agolpaba frases
que resonarían en la noche.
asustada, escondiendo la mirada
detrás de la sombra
que yo misma inventaba.

Esas tardes de domingo…
arriba, en la terraza,
la de la falda larga
cantando mientras tendía
nostalgias de antaño.

En la tienda, el panadero
avivando con la masa entre las manos,
moldeando a su amada
con harina de simientes.

En la esquina de aquel bar
leyendo el periódico,
el vecino del sombrero pardo,
con   su bigote y pipa haciendo piruetas
con la sospecha de que hoy llueve.

Murmullo de aquellas gentes…
el ladrido de un perro
en el funeral del día.

Aquel barrio no volverá jamás
ya no nos pertenece
y se ha de vencer la batalla
donde los soldados
guardan la misma mirada.

Esas mañanas de domingo
estrenando el nuevo vestido…
la mirada de mi padre,
en fila de a dos,
la de la falda larga,
el panadero con sus deseos,
el vecino del sombrero pardo,
el murmullo de las gentes,
el ladrido de aquel perro
y la muerte que engalana
la ciudad sitiada de recuerdos.

No volveremos a salir
en fila de a dos
como colegiales asustados
después de una despedida.
mi madre, acunando nuestros temores,
se desvaneció.

Mi padre y mi madre
abrazados en el funeral del día…
la muerte que nos avisa que sin ella
nada muere.

Esther Núñez

lunes, 9 de febrero de 2015

Poemas del recital 25 de junio de 2015


SEGUIRÉ REMANDO

A mi padre

No logrará la desgarradura del tiempo
perteneciente a las ásperas horas estancadas en el dolor,
ni el enjambre de los ruidosos días venideros
vaciar las íntimas celdas
donde habita tu presencia.

Resuena en voces ajenas 
una cordial sonrisa
posada en la dignidad de una ventana vacía.

Farina bebe vino amargo para nunca olvidarla
estalla una mueca de orgullo
dirigida a tu piel labrada
de navegante abnegado.  

Albergo tu sangre, latiendo,
remando hacia lejanos puertos,
aquellos que nombrabas:
Casablanca, Agadir, El Gran Tarajal...
Emprendiste nuevos pasos en la árida meseta
trabajando con tenacidad
amando con tesón
en un sólido pilar
compuesto por el fulgor de este amor inextinguible
que siento muy adentro.

Tus cansados huesos
asumieron la ley implacable del tiempo.

 Descansa tranquilo,
compartiste toda la bondad de la que estabas repleto.
Te cubre, para siempre,
un bello recuerdo encendido.       

Maribel Domínguez Duarte

domingo, 8 de febrero de 2015

Poemas del Recital 25 de enero de 2015


AUTUMNAL

En las pálidas tardes
yerran nubes tranquilas
en el azul; en las ardientes manos
se posan las cabezas pensativas.
¡Ah los suspiros! ¡Ah los dulces sueños!
¡Ah las tristezas íntimas!
¡Ah el polvo de oro que en el aire flota!
Tras cuyas ondas trémulas se miran
los ojos tiernos y húmedos,
las bocas inundadas de sonrisas,
las crespas cabelleras
y los dedos de rosa que acarician!.

 En las pálidas tardes
me cuenta un hada amiga
las historias secretas
llenas de poesía;
lo que cantan los pájaros,
lo que llevan las brisas,
lo que vaga en las nieblas,
lo que sueñan las niñas.

Una vez sentí el ansia
de una sed infinita.
dije al hada amorosa:
¿Quiero en el alma mía
tener la aspiración honda, profunda,
inmensa: luz, calor, aroma, vida.
Ella me dijo: ¿¡ven!? Con el acento
con que hablaría un arpa. En él había
un divino aroma de esperanza.
¡Oh sed del ideal!
Sobre la cima
de un monte, a medianoche,
me mostró las estrellas encendidas.
era un jardín de oro
con pétalos de llama que titilan.
Exclamé: ¿Más…
La aurora
vino después. La aurora sonreía,
con la luz en la frente,
como la joven tímida
que abre la reja, y la sorprenden luego
ciertas curiosas, mágicas pupilas.
Y dije: ¿Más…? Sonriendo
la celeste hada amiga
prorrumpió: ¿¡Y bien! ¡Las flores!
Y las flores
estaban frescas, lindas,
empapadas de olor: la rosa virgen,
la blanca margarita,
la azucena gentil y las volúbilis
que cuelgan de la rama estremecida.
Y dije: ¿Más…
El viento
arrastraba rumores, ecos, risas,
murmullos misteriosos, aleteos,
músicas nunca oídas.

El hada entonces me llevó hasta el velo
que nos cubre las ansias infinitas,
la inspiración profunda,
el alma de las liras.
Y los rasgó. Allí todo era aurora.
En el fondo se veía
un bello rostro de mujer.
¡Oh; nunca,
Plérides, diréis las sacras dichas
que en el alma sintiera!
Con su vaga sonrisa:
¿¿Más?…? dijo el hada.
Y yo tenía entonces
clavadas las pupilas
en el azul; y en mis ardientes manos
se posó mi cabeza pensativa…

Rubén Darío


sábado, 7 de febrero de 2015

Poemas del Recital 25 de enero de 2015


ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ

Niños del mundo,
si cae España –digo, es un decir—
si cae
del cielo abajo su antebrazo que asen,
en cabestro, dos láminas terrestres;
niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!
¡qué temprano en el sol lo que os decía!
¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!
¡qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!

¡Niños del mundo, está
la madre España con su vientre a cuestas;
está nuestra maestra con sus férulas,
está madre y maestra,
cruz y madera, porque os dio la altura,
vértigo y división y suma, niños;
está con ella, padres procesales!

Si cae –digo, es un decir—si cae
España, de la tierra para abajo,
niños, ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡cómo va a castigar el año al mes!
¡cómo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!

¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!

Niños,
hijos de los guerreros, entre tanto,
bajad la voz, que España está ahora mismo  repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz, que está
con su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera hablando y habla y habla,
la calavera, aquélla de la trenza,
la calavera, aquélla de la vida!

¡Bajad la voz, os digo;
bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto
de la materia y el rumor menor de las pirámides, y
aún
el de las sienes que andan con dos piedras!
¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja,
si las férulas suenan, si es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta, si la madre
España cae –digo, es un decir—
salid, niños del mundo; id a buscarla!...

César Vallejo


viernes, 6 de febrero de 2015

Poemas del Recital 25 de enero de 2015


CAMPESINO DE ESPAÑA

Traspasada por junio,
por España y la sangre,
se levanta mi lengua
con clamor a llamarte.

Campesino que mueres,
campesino que yaces
en la tierra que siente
no tragar alemanes,
no morder italianos:
español que tea abates
con la nuca marcada
por un yugo infamante,
que traicionas al pueblo
defensor de los panes:
campesino, despierta,
español, que no es tarde.

Calabozos y hierros,
calabozos y cárceles,
desventuras, presidios,
atropellos y hambres,
eso está defendiendo,
no otra cosa más grande.
perdición de tus hijos
maldición de tus padres,
que doblegas tus huesos
al verdugo sangrante,
que deshonras tu trigo,
que tu tierra deshaces,
campesino, despierta,
español, que no es tarde.

Retroceden al hoyo
que se cierra y se abre,
por la fuerza del pueblo
forjador de verdades,
escuadrones del crimen,
corazones brutales,
dictadores del polvo,
soberanos voraces.

Con la prisa del fuego,
en un mágico avance,
un ejército férreo
que cosecha gigantes
los arrastra hasta el polvo,
hasta el polvo los barre.

No hay quien sitie la vida,
no hay quien cerque la sangre
cuando empuña sus alas
y las clava en el aire.

La alegría y la fuerza
de estos músculos parte
como un hondo y sonoro
manantial de volcanes.

Vencedores seremos,
porque somos titanes
sonriendo a las balas
y gritando: ¡Adelante!
La salud de los trigos
sólo aquí huele y arde.

De la muerte y la muerte
sois: de nadie y de nadie.
de la vida nosotros,
del sabor de los árboles.

Victoriosos saldremos
de las fúnebres fauces,
remontándonos libres
dominantes las frentes,
el mirar dominante,
y vosotros vencidos
como aquellos cadáveres.

Campesino, despierta,
español, que no es tarde.
a este lado de España
esperamos que pases:
que tu tierra y tu cuerpo
la invasión no se trague.

Miguel Hernández

De “Viento del pueblo”

jueves, 5 de febrero de 2015

Poemas del Recital 25 de enero de 2015


CANTO DESBORDADO

Voy junto a mis huesos:
es un modo muy triste de andar en compañía…

La tierra está húmeda de mí.
vivo de oscuridad, como la estrella,
queriendo ser la misma que no soy…

Me acuerdo de cosas que a nadie le interesan,
de raíles que no sirven ya para los trenes,
de huérfanos con cloroformo,
de casas que nunca han tenido enredaderas.

Es un modo muy triste…
sí, sobre todo para esta niña que no sabe…

¡Ah, Dios, Dios hecho con los martillos y las salamandras
mira cómo estallo entre mi carne,
cómo me río de no reír de la agonía que me corresponde,
mira como defiendo mi pedazo de cielo…

Haz un rincón de agua y una muchacha encima
que se llame por mi nombre.
desamparada, como el hilo perdido de una aguja
sí, para encontrármela
saliendo del espejo…

haz una palabra tierna para no decirla,
para no cantarla; que defina lo que se ahoga en el crepúsculo,
en ese instante último
donde ya ni los pájaros alcanzan a ser débiles…

sí, haz cualquier cosa:
un sitio en que el sol llegue a la sombra,
una lluvia que me salve,
un niño, una perdiz llorando;
algo, algo que se me rompa desde el centro hasta el aire:
algo… para saber de qué muerte me escondo…

dios esperando en las cucharas;
sí, tú,
suspendido sobre los cancerosos:
haz que él me regale una liga rosada.
Mira que soy de leche, de corazón, de polvo,
de pequeñas células terribles…
mira que puede nacer de mí la yerba…
mira que estoy cuidando tus palomas…

Guárdame la sonrisa debajo de los parques,
aunque nunca más me la devuelvas…
¡Échate en mis entrañas…!

Es necesario que no piense en el mar;
me sube por el pecho, callándose de pronto.
(Hay algo así en el mar, cansado c0mo esto.)

Ahora me gustaría un refajo de lunares,
una azucena enferma, un sonido naciendo:
algo que me tocara el alma de repente…

Sí, todos los saben ya, todos lo saben…

me han visto cruzar, pálida y despierta,
entre esas mujeres que llevan ojos y cintas.
Yo tenía tal vez una ostra en la mano,
y me paraba, casi alegre, en las esquinas…
¡Ah, Dios:
haciendo como que soy,
entre periódicos y flores;
borrándome contigo, simplemente…!


Carilda Oliver Labra