sábado, 23 de julio de 2016
jueves, 21 de julio de 2016
Poemas leídos en el recital para E-Lectores, 19 de junio de 2016
MI PRIMER VESTIDO
El
vestido azul
que
un día descubriste
me
embarca a esas jornadas
ataviadas
de infancia.
Mudo
su inocencia súbita
por
alajas de reflexión.
Culto
disimulado de nuevos tesoros
decoran
mi reciente vida.
Eternamente
vestida con algazara
sufro
la manía de las costumbres
sin
apenas verdades.
Cubierta
de ingenuidad
me
desnuda tu picardía.
Dejando
entrever mi pureza virginal
disfrazada
de lujuria terrenal.
Yosune
Castellano Alarcón
Integrante de los talleres de poesía Grupo Cero en Alcalá de Henares
Integrante de los talleres de poesía Grupo Cero en Alcalá de Henares
miércoles, 20 de julio de 2016
Poemas leídos en el recital para E-Lectores, 19 de junio de 2016
NO SUPE
No supe insistir en la escollera de lo que tu llamabas amor,
no supe divisar frente aquella playa, eso que tu llamabas alegría,
me envolví en sombras negras a pleno sol
mientras tus palabras de tul se pulverizaban tras el regazo de la cuna.
No quise volar entre los púlpitos que acaecían sobre mi almohada
cuando tu mirabas a la contra de mi espalda, dibujando otras manos
deslizándose por los muros de cristal entre los cuerpos inertes
que mutilaban las noches en grescas de catecismos despiadados.
Pronto la desdicha afloró entre las sábanas
y sentí cómo se despedazaba la entraña de mi enojo,
entre la voz efímera nacida en el bosque del embeleco
y el vaivén solapado en vestimentas harapientas
de tu entorno acotado en la madriguera abismada
en rondallas de curias y parias empecinadas.
Pronto supe que el río bajaba seco por mi cuerpo,
que nada volvería a brillar en mi piel, si emanaba de tu hiel
y la mirada clavada en el suelo comenzaba a pedir clemencia
a todo ser que se arrastraba por las cloacas
como si fueran los únicos que me pudieran acariciar.
Pero la inmensidad de la desnudez me golpeaba tan fuerte…!
que tomé la tenacidad que atrincheraba las lianas
y quise lanzar los escombros al abismo
dejando así mi nueva savia a la luz de los ojos
que iluminan piezas de cámara a mis páginas vacías
detallando enredos entre compases de la tarde.
no supe divisar frente aquella playa, eso que tu llamabas alegría,
me envolví en sombras negras a pleno sol
mientras tus palabras de tul se pulverizaban tras el regazo de la cuna.
No quise volar entre los púlpitos que acaecían sobre mi almohada
cuando tu mirabas a la contra de mi espalda, dibujando otras manos
deslizándose por los muros de cristal entre los cuerpos inertes
que mutilaban las noches en grescas de catecismos despiadados.
Pronto la desdicha afloró entre las sábanas
y sentí cómo se despedazaba la entraña de mi enojo,
entre la voz efímera nacida en el bosque del embeleco
y el vaivén solapado en vestimentas harapientas
de tu entorno acotado en la madriguera abismada
en rondallas de curias y parias empecinadas.
Pronto supe que el río bajaba seco por mi cuerpo,
que nada volvería a brillar en mi piel, si emanaba de tu hiel
y la mirada clavada en el suelo comenzaba a pedir clemencia
a todo ser que se arrastraba por las cloacas
como si fueran los únicos que me pudieran acariciar.
Pero la inmensidad de la desnudez me golpeaba tan fuerte…!
que tomé la tenacidad que atrincheraba las lianas
y quise lanzar los escombros al abismo
dejando así mi nueva savia a la luz de los ojos
que iluminan piezas de cámara a mis páginas vacías
detallando enredos entre compases de la tarde.
Gloria Gómez
Integrante de los talleres de poesía Grupo Cero en Alcalá de Henares
martes, 19 de julio de 2016
Poemas leídos en el recital para E-Lectores, 19 de junio de 2016
ATRAVESANDO LA
FRONTERA
Deshago
lentamente
encorsetados
pasos envueltos en pasado,
sacudo
el hastío prudente de una cadencia sin amanecer.
Y
embriagada por la calidez de una mirada
arrastrada
por el crepitar vivaz de una pasión,
camino
por la cuerda floja de tus devaneos
plena
de goce
buscando
el contorno de tu boca
que
sucumbe a nuestros cuerpos indómitos,
entrelazados
y
al fuerte oleaje de este delirio, ardiente y profundo,
donde
aún permanece el vestigio de placer
de
aquel abrazo prolongado hasta la
alborada
de
aquellas manos perdidas en las caderas
y
de un talle arqueado, enfurecido
deleitándose
en tus brazos
en
tu cálida piel
atravesando
la frontera del deseo voraz,
pertinaz,
implacable
que
repite tu nombre
buscándote,
hasta
encontrarte
hasta
tenerte, de nuevo una y otra vez.
Maribel
Domínguez Duarte
Integrante de los talleres de poesía Grupo Cero en Alcalá de Henares
Integrante de los talleres de poesía Grupo Cero en Alcalá de Henares
lunes, 18 de julio de 2016
Poemas leídos en el recital para E-Lectores, 19 de junio de 2016
PALABRAS CRUZADAS EN LA MISMA
SENDA
Poema dedicado a los dirigentes
en el día de las elecciones.
Junio de 2016
Si
los dioses rompen sus alas
confluyendo
en un idéntico destino,
si
el paraíso eterno
alberga
aves del mismo cielo de invierno,
por
qué no conversar…
Con
la ropa del revés
cuando
los amantes afluyen sus besos,
cuando
los nuevos propósitos
festonean
preceptos
con
telas humildes,
que
el despertar de la cigüeña,
irrumpa
en el nido de los dirigentes
y,
que la límpida desnudez
impugne
la existencia de los crímenes.
A
la cita de los míseros huéspedes
patriemos
la nueva morada de la oscura muerte,
que
nuevos reyes abatan con sus hirientes espadas
la
devastación humana,
que
en las catacumbas
se
entierren las palabras cruzadas
en
la misma senda.
Que
el mundo
llore
descalzo
en
el afable regazo
de
una madre que nunca te abandona.
Esther
Núñez Roma
Integrante de los talleres de poesía Grupo Cero en Alcalá de Henares.
Integrante de los talleres de poesía Grupo Cero en Alcalá de Henares.
viernes, 15 de julio de 2016
Poemas leídos en el recital para E-Lectores, 19 de junio de 2016
¡HOLA, QUE ME LLEVA LA OLA!
¡Hola,
que me lleva la ola,
hola,
que me lleva a la mar!
¡Hola,
que llevar me dejo
sin
orden y sin consejo,
y
que del cielo me alejo
donde
no puedo llegar!
¡Hola,
que me lleva la ola,
hola,
que me lleva a la mar!
Lope de Vega
miércoles, 13 de julio de 2016
Poemas leídos en el recital para E-Lectores, 19 de junio de 2016
WALKING AROUND
Sucede
que me canso de ser hombre.
Sucede
que entro en las sastrerías y en los
cines
marchito,
impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando
en un agua de origen y ceniza.
El
olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo
quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo
quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni
mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.
Sucede
que me canso de mis pies y mis uñas
y
mi pelo y mi sombra.
Sucede
que me canso de ser hombre.
Sin
embargo sería delicioso
asustar
a un notario con un lirio cortado
o
dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería
bello
ir
por las calles con un cuchillo verde
y
dando gritos hasta morir de frío.
No
quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante,
extendido, tiritando de sueño,
hacia
abajo, en las tripas mojadas de la tierra,
absorbiendo
y pensando, comiendo cada día.
No
quiero para mí tantas desgracias.
No
quiero continuar de raíz y de tumba,
de
subterráneo solo, de bodega con muertos,
aterido,
muriéndome de pena.
Por
eso el día lunes arde como el petróleo
cuando
me ve llegar con mi cara de cárcel,
y
aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y
da pasos de sangre caliente hacia la noche.
Y
me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a
hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a
ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a
calles espantosas como grietas.
Hay
pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando
de las puertas de las casas de odio,
hay
dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay
espejos
que
debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay
paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.
Yo
paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con
furia, con olvido,
paso,
cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y
patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos,
toallas y camisas que lloran lentas lágrimas sucias.
Pablo Neruda
martes, 12 de julio de 2016
Poemas leídos en el recital para E-Lectores, 19 de junio de 2016
RECORRIÉNDOTE
Quiero
morder tu carne,
salada
y fuerte,
empezar
por tus brazos hermosos
como
ramas de ceibo,
seguir
por ese pecho con el que sueñan mis sueños
ese
pecho-cueva donde se esconde mi cabeza
hurgando
la ternura,
ese
pecho que suena a tambores y vida continuada.
Quedarme
allí un rato largo
enredando
mis manos
en
ese bosquecito de arbustos que te crece
suave
y negro bajo mi piel desnuda
seguir
después hacia tu ombligo
hacia
ese centro donde te empieza el cosquilleo,
irte
besando, mordiendo,
hasta
llegar allí
a
ese lugarcito
-apretado
y secreto-
que
se alegra ante mi presencia
que
se adelanta a recibirme
y
viene a mí
en
toda su dureza de macho enardecido.
Bajar
luego a tus piernas
firmes
como tus convicciones guerrilleras,
esas
piernas donde tu estatura se asiente
con
las que vienes a mí
con
las que me sostienes,
las
que enredas en la noche entre las mías
blandas
y femeninas.
Besar
tus pies, amor,
que
tanto tienen aún que recorrer sin mí
y
volver a escalarte
hasta
apretar tu boca con la mía,
hasta
llenarme toda de tu saliva y tu aliento
hasta
que entres en mí
con
la fuerza de la marea
y
me invadas con tu ir y venir
de
mar furioso
y
quedemos los dos tendidos y sudados
en
la arena de las sábanas.
Gioconda
Belli
lunes, 11 de julio de 2016
Poemas leídos en el recital para E-Lectores, 19 de junio de 2016
RECETA DE VARÓN
“No
importa si no es hermoso
-la
fealdad en el hombre puede despertar ciertos atávicos instintos femeninos-
pero
es esencial que el pecho sea acogedor
y
que los brazos ofrezcan la promesa
de
abrazos apretados y tiernos.
Vello
en el cuerpo o no,
es
cuestión de gustos.
Personalmente
los prefiero
tapizados,
con
espacios de sombras oscuras
suaves
al tacto,
y
capaces de llenar el olfato
con
el olor del día a flor de piel.
La
cintura que se defina, por favor;
que
no le sobre, ni le falte,
que
no acuse el descuido del dueño,
mas
que en ciertas épocas permisibles
donde
unas libritas demás,
son
sólo testimonio de amables libaciones.
Las
manos son definitivas:
deben
saber detener la cabeza de la mujer
con
el cielo con que el marinero escatima al viento
la
única lámpara de aceite en medio de la tormenta;
ser
ágiles como pájaros o cabras de monte,
capaces
de la forja del hierro, la lágrima,
de
esculpir los intrincados artesonados del placer.
Las
piernas también son importantes
pero
les perdonamos las torceduras,
lo
tosco, las imperfecciones,
si
al encontrarnos con la boca
vemos
una sonrisa en la que poder confiar
y
unos ojos que nos aseguren la mañana.
La
espalda masculina debe ser extensa
como
una pradera por donde puedan pasear los búfalos
y
los heliotropos,
y
es fundamental que en las caderas
se
alcen dos colinas
inequívocas,
sólidas,
que
se nos queden prendidas en la memoria
cuando
el hombre se vuelva para marcharse,
alejándose
en la noche.
La
voz que resuene con vibraciones de bajo
pero
que sepa modular
la
tensa y dulce melancolía del acordeón,
lamentando
el fin de la luna en la ventana.
El
hombre, al fin,
ese
mítico animal
que
reinventa siglo tras siglo
las
quimeras que pueblan las obsesiones femeninas;
habrá
de conservar,
-perdida
la absoluta hegemonía-
todas
aquellas cosas
galantes,
fuertes, acogedoras,
que,
a pesar de todos los pesares,
lo
mantienen sólidamente anclado,
en
el profundo, incansable mar,
de
las hembras”.
Gioconda
Belli
sábado, 9 de julio de 2016
Poemas leídos en el recital para E-Lectores, 19 de junio de 2016
LA CASA
Temible
y aguardada como la muerte misma
se
levanta la casa.
No
será necesario que llamemos con todas nuestras lágrimas.
Nada.
Ni el sueño, ni siquiera la lámpara.
Porque
día tras día
aquellos
que vivieron en nosotros un llanto contenido hasta palidecer
han
partido
y
su leve ademán ha despertado una edad sepultada,
todo
el amor de las antiguas cosas a las que acaso dimos, sin saberlo,
la
duración exacta de la vida.
Ellos
nos llaman hoy desde su amante sombra,
reclinados
en las altas ventanas
como
en un despertar que sólo aguarda la señal convenida
para
restituir cada mirada a su propio destino;
y
a través de las ramas soñolientas el
primer huésped de la memoria
(nos saluda:
el
pájaro del amanecer que entreabre con su canto las lentísimas puertas
como
a un arco del aire por el que penetramos a un clima diferente.
Ven.
Vamos a recobrar ese paciente impero de la dicha
lo
mismo que a un disperso jardín que el viento recupera.
Contemplemos
aún los claros aposentos,
las
pálidas guirnaldas que mecieron una noche estival
las
aéreas cortinas girando todavía en el halo de la luz como las mariposas de la
lejanía
nuestra
imagen fugaz
detenida
por siempre en los espejos de implacable destierro,
las
flores que murieron por sí solas para rememorar el fulgor inmortal de la
melancolía,
y
también las estatuas que despertó, sin duda a nuestro paso,
ese
rumor tan dulce de la hierba;
y
perfumes, colores y sonidos en que reconocemos un instante del mundo;
y
allá, tan sólo el viento sedoso y envolvente
de
un día sin vivir que abandonamos, dormidos sobre el aire.
Nadie
pudo ver nunca la incesante morada
donde
todo repite nuestros nombres más allá de la tierra.
Más
nosotros sabemos que ella existe, como nosotros mismos,
por
el sólo deseo de volver a vivir, entre el afán del polvo y la tristeza,
aquello
que quisimos.
Nosotros
lo sabemos porque a través del resplandor nocturno
el
porvenir se alzó como una nube del último recinto,
el
oculto, el vedado,
con
nuestra sombra eterna entre la sombra.
Acaso
lo sabían ya nuestros corazones.
Olga
Orozco
viernes, 8 de julio de 2016
Poemas leídos en el recital para E-Lectores, 19 de junio de 2016
Allá
estarán las cosas todavía,
a
punto de no ser, contradiciéndose.
En
el hastío de las escaleras
y
en la resignación de las paredes
aún
seguirá creciendo aquella sombra
con
su sed de presagios inminentes.
Aquella sombra, ay, aquella sombra
fría
como la sal y como el verde.
Su
perfume inquietante, su leyenda
de
confidencias y de pareceres
caía
en el ramaje de mis hombros
con
la perseverancia de la nieve.
Yo
nunca tuve edad. Por eso entonces
crecí
en la medida de mi muerte
ante
la certidumbre del dolor
y
la presencia de lo inexistente
y
esa frialdad de las antiguas voces
sólo
atentas a sus atardeceres.
Dejadme
que imagine: allí quedaron
los
guantes amarillos del jinete,
el
crucifijo, las lamentaciones,
la
ácida vigilia de la fiebre.
(Consternación
que pudo perpetuarse
en
el mundo asombrado de mi frente.)
Yo
sé que quise huir de los espejos
deshabitados
insistentemente,
de
la cal angustiosa, de la fecha,
de
la persecución de los caireles,
de
sombras que llovían por los muros
lentas
como la miel, y amargamente.
Es
verdad que nací para estar triste
junto
a cualquier ventana, cuando llueve.
Pero
eso sí: guardadme mi silencio,
aquél
tan habituado a mis papeles,
desordenado
como las estrellas,
amigo
de mi voz, sencillamente.
No me llevéis a las habitaciones
donde
sollozan doloridos seres,
en
donde no podría habitar nunca
el
aire que respiran los juguetes.
Porque
no quiero ver anochecida
mi
propensión a los amaneceres.
María
Elena Walsh
jueves, 7 de julio de 2016
Poemas leídos en el recital para E-Lectores, 19 de junio de 2016
EL ARRANTZALE (1)
La
mar es la mar: la mar
que
multiplica por cero
un
ingenuo dar y dar.
--Y tú, pescador, ¿adónde,
dí, adónde tan terco vas?
--voy adelante y navego.
Voy sin pensar a algo más,
porque si vengo con menos
en casa no comerán.
Voy a ver qué es lo que pasa,
a ver, si no, quién me da.
La
mar inhumana crece.
La
mar es sólo la mar.
¡Ay,
pescador, mal podrás!
--Que a mí no me coma el hambre;
que me coma antes el mar.
Y así voy con mi pesquero,
tan-tarantán-tarantán.
El corazón contra todo;
lo que falta, por demás;
el valor, porque he apostado;
por ley, la necesidad.
¡Ay,
pescador, que la mar
ni
comprende ni perdona!
¡Ay,
pescador, mira el mar!
--Si puede ser, que así sea,
y si no, ¡qué más me da!
soy pescador, y soy vasco,
buscador del más acá.
Otros fueron con sus ojos
azules de más allá.
Yo, como soy de bajura,
me atengo a lo que me dan.
Pescador,
mira que el mar
te
amenaza con sus ojos
grises
y fijos de imán.
--¿A cuánto pagan el kilo?
Me vendo por lo que dan.
Yo, ni recojo mi cesto,
ni ¡sardiña
freskuá!
Doy por bueno lo que ofrecen;
y un chiquito, y a cantar,
aunque luego piense a solas
lo que ustedes no me oirán.
La
mar, la mar, siempre el mar,
como
el perdón sin perdones,
y
el aguantar, y aceptar.
Que
salió y que se quedó.
Que
se fue y que no volvió.
Que
la mar gruesa mugía.
Que
en lo pequeño lloró
una
mujer que invocaba
el
amor que no volvió:
una
mujer que se alzaba
contra
el mar y la razón.
La
mar es una igualdad.
La
mar es como la muerte
que
anula para dar paz.
La
mar es la mar; la mar.
La
mar es solo la mar.
--Pescador, no sueñes más,
que sus ojos miran fijos
y enloquecen con su imán.
Pescador, tú bien dijiste,
mirando la inmensidad:
“¿Por qué lloran las mujeres?
Hay que aguantar y aceptar.”
Gabriel Celaya
miércoles, 6 de julio de 2016
Poemas leídos en el recital para E-Lectores, 19 de junio de 2016
ELEGÍA
Esos
cuerpos que alguna vez latieron en mis brazos
cuando
el sol era un lento reverbero en su piel,
cuando
sus cabelleras se volcaban como oleadas de fiebre y de nostalgia,
ahora
perduran sólo como una vibración
o
una angustia indeleble en el fondo del alma
mientras
va la gaviota por las playas.
relucen
ya tan lejos llenos de tentaciones desesperadas,
se
irisan en la espuma del mar,
llaman
con el recuerdo de su piel y su aliento
y
vuelven a hechizarnos como lagos dormidos
o
tibias sombras prisioneras de la tierra.
Fueron
cuanto tuvimos de más ardiente y hondo
-los
dones más intensos de este mundo-,
arrasaron
al corazón con las más altas llamas
hasta
dejarnos en un ciego abandono
a
orillas de su huella de brasas invisibles.
Cuerpos
enamorados que una vez fueron míos,
palpitando
con sus tiernas reverberaciones,
con
la inolvidable tersura de sus espaldas
y
sus bocas ansiosas, sus muslos de esplendor y mediodía.
Así
abrieron de par en par el mundo,
llamaron
a la tormenta y al relámpago, se deslizaron
por
todos los rituales de la pasión,
y
fueron arrastrados por la vorágine de los días
hasta
perderse silenciosamente
como
todos los dones más altos de esta vida
en
el voraz horizonte donde nos extraviamos como niños errantes,
como
todas las dádivas para siempre fugaces
que
el azar y el destino nos dieron un instante.
Enrique
Molina
martes, 5 de julio de 2016
Poemas leídos en el recital para E-Lectores, 19 de junio de 2016
CUENTO
Yo
era débil,
rubia,
poetisa, bien casada.
Tenía
deudas
y
una salud de panetela blanca.
Hicimos
una casa pobremente,
muchas
ventanas:
para
enseñar nuestro besos a las nubes,
para
que el sol entrara.
La
casa era tan bella
que
tú nunca dormías.
Ya
no eras abogado ni poliomielítico
ni
nada.
Nunca
dije:
¿cuándo
vas a poner esa demanda?
porque
yo tampoco
cocinaba.
Fueron
días
como
no quedan otros en las ramas.
Yo
me empeñaba en sembrar algo en el patio:
tus
gatos lo orinaban,
pero
era tan feliz que no podía
decir
malas palabras.
Ay,
una tarde…
(Septiembre
tomó parte en la desgracia),
ay,
una tarde
(Dios
estaría sacando crucigramas);
ay,
una tarde
pusiste
tantas piedras en mi saya
que
desde entonces
ando
inventándome la cara.
El
cuchillo
tenía
la forma de tu alma;
yo
quería ser otra, hablar de las estrellas…
(sobraron
noche y cama).
Yo
me empeñaba en sembrar algo en tu pecho:
tus
gatos lo orinaban,
y
era tan infeliz que no podía
decir
buenas palabras.
Tarde
de otoño.
miré
las sábanas amargas,
el
jarro de la leche,
las
cortinas,
y
el crepúsculo me convirtió en su mancha.
(Yo
era un clavel podrido de repente,
un
canario botado).
Con
empujones que lo gris me daba,
entre
temblores,
volví
a la falda
de
mi madre.
Pasaron
tantas cosas
mientras
yo me bebía la soledad a cucharadas…
Un
viernes
-un
viernes en que tu olvido me enterraba-
llegué
a la esquina
de
la casa.
Estaba
allí como una tumba diferente,
se
veía otra luz por las ventanas.
Tuve
miedo de odiar…
(Ya
era hasta mala).
Pasaron
tantas cosas;
el
tiempo fue cosiendo mi mirada.
Ahora
no pueden asustarme con los truenos
porque
la luz me alza.
Ahora
no pueden confundirme con un libro.
Soy
la palabra recobrada.
¡Ríanse,
agujas
que en mi carne se desmandan;
ríanse,
arañas
que me tejen la mortaja;
ríanse,
que
a mí, también, carajo, me da gracia!
Carilda
Oliver Labra
lunes, 4 de julio de 2016
Poemas leídos en el recital para E-Lectores, 19 de junio de 2016
INSTANTE
Lentamente,
en la paz otoñal se desliza
un
pálido fantasma con blancura de flor;
el
viento, suspirando los ecos del dolor,
se
quiebra al resonar enfermo de una risa.
La
hoja desprendida del árbol centenario
cruje
como un misterio en la sombra dormida,
y
se escucha el pisar doliente de la vida,
y
la fuga del tiempo hacia el fúnebre osario.
Nace
la eternidad al morir de las horas;
el
silencio se cierra egoísta y secreto,
ahogando
con sus velos al fantasma que llora.
En
la quietud hostil hay un grave concierto;
la
campana del mundo tenuemente desflora
la
agonía sin fin de ese algo que ha muerto.
Ernestina
de Champourcin
viernes, 1 de julio de 2016
30 AÑOS TRABAJANDO DE MÉDICO
La formación de cada
profesional es una tarea grupal y en cada caso, singular su aprendizaje. Los
padres desean para sus hijos el mejor futuro posible, los míos también tuvieron
algunos sueños. La familia, el barrio, los profesores, los médicos, los poetas,
los deportistas…todos colaboran en el grupal proceso de la educación y cada
sujeto decide, inconscientemente, su oficio y profesión. La familia te permite
discernir ley de autoridad y sumar al trabajo el estudio. Años más tarde
aprendí a sumar después de la división; desde la lectura y la escritura aprendí
a escuchar, hablar con otro humano. Y aprendí a comprar primero para vender
después y el que compra primero vende dos veces y el que regala bien vende si
el que lo compra lo entiende. Hubo disciplina en mi formación.
El uno de julio de 1986
realizaba mi primer acto médico en una clínica privada de Alcalá de Henares.
Una epistaxis hablaba sobre el rostro de una mujer, custodiada por dos
familiares, sin otro destino que ser escuchada en la urgencia de su angustia. En
cuatro años atendí todo tipo de patologías, sin embargo destacaba como
especialista en salud mental. Tuve jefes, compañeros, libros, interlocutores,
hospitales, sesiones clínicas, revisiones bibliográficas y maestros tuve que
permitieron mí crecimiento. Simultáneamente trabajaba y me formaba entre los
mejores.
Con humilde alegría,
reconozco hoy (uno de julio de 2016), sentir una inmensa satisfacción por
trabajar en el tratamiento de enfermedades, en la producción de salud y
continuar siendo reconocido (remunerado) por mis colegas y pacientes. Los
viajes y congresos internacionales han dejado huella escrita en diferentes
idiomas. Hoy, con internet, es sencillo que te visiten en diferentes idiomas,
más complejo resulta leer y escribir para argumentar con criterio lo
investigado.
Investigué con
minuciosidad los tratados del dolor y la angustia, el odio del silencio y la
mezquina culpa, los textos de la locura, la farmacopea del perdón y la moral
imposible del olvido. Descubrí la importancia de la anestesia y los
analgésicos, el interés de los ansiolíticos y los neurolépticos, las diferentes
generaciones de antidepresivos y otras cosas peores conocí del litio y la
terapia electroconvulsiva. Las paredes de los nosocomios, las rejas de la
cárcel, los hospicios de la reclusión y la bondad de los jardines visité y
atendí en diferentes culturas.
En todos los lugares, los
pacientes sueñan, eso lo leí en la Interpretación de los sueños, no lo aprendí en
familia, ni en la Universidad ,
ni en la Iglesia
de mi barrio, ni en el campo de fútbol donde gozaba. Fue una mujer la que puso
en mis manos un libro de Sigmund Freud: “El chiste y su relación con el
inconsciente”. Leer a Freud para un estudiante de medicina es un derecho del
que nadie debe privarse. Después no pude dejar de amar a las mujeres y estudiar
psicoanálisis.
Y con el Psicoanálisis
aprendí a trabajar de médico y con Psicoanálisis aprendí del amor las vocales
de mi nombre propio. Y acompañé la locura vestido de fantasma por los
corredores de palacio, en las salas de los hospitales y tras las rejas de la
exclusión y la moral, obtuve el permiso para tratar, recetar y afirmar lo que
era, locura, demencia o normalidad. Sin embargo en los años de universidad y
hospitales y bibliotecas no escuché una sola interpretación sobre el Deseo del
Médico.
Tuve fortuna. Recién
licenciado, me llegó desde el Colegio de Médicos de Madrid, una información de la Escuela de Psicoanálisis
Grupo Cero. Y una primera interpretación me produjo el deseo de mejorar mi
sexualidad de hombre, continuar estudiando y trabajar de psicoanalista sin
dejar de ser médico. Después vino el deseo por escribir y pintar y actuar y
conocer otras herramientas para vivir.
Mucho he trabajado,
estudiado y algo me he divertido. Obtengo un plus goce, una alegría serena al
ubicarme frente a un lienzo y, ya sé que no dibujo como Dalí ni pinto como
Matisse pero El columpio de Fragonard, atrapé sin saber, y Mujer con Sombrero
enmarqué en mi casa y una Jirafa ardiendo preside mi despacho y sin premura me
atrevo con Klimt, Picasso…y La ignorancia musical, en pasión se transformó, hoy
te puedo bailar una jota con castañuelas, palmear jondo el flamenco o cantar
una copla, al piano, a mi manera. Y, tal vez, porque lo aprendí a hombros de mi
padre, no me puedo olvidar del fútbol, que representa un campo de investigación
grupal donde se muestra que el deporte, como el arte, genera humanidad. Y no te
exagero un ápice, recibí un premio del público como actor en un corto y algún
autógrafo firmé y participé en películas. El cine te enseña a rejuvenecer y a
mentir de verdad frente a la doble carencia constitutiva: la imagen y la
palabra.
Treinta años colegiado en
Madrid, es una seña en mi ciudad natal, un destino compartido con la ciudad
complutense en la que resido. Nunca pude abandonar la capital y dije no a otras
propuestas laborales en otras ciudades y continentes, tal vez, porque la sede
de la Escuela
de Psicoanálisis Grupo Cero, se afincó en Madrid, tal vez porque mis amores son
tan internacionales como la poesía de mis seres queridos.
En treinta años de
trabajo ininterrumpido, me hice millonario en relaciones sociales, y a mis 58
cumpleaños acudieron amigos médicos, músicos, poetas, actores, periodistas,
traductores, profesores, pintores, deportistas, quirománticos, magos y algo de
locura porque es imposible no invitarla a cantar en el actual mundo en que
vivimos. No supe congeniar con los políticos y viudas millonarias no conocí.
Enterré seres queridos,
colaboré en que nacieran niños, cultivé flores, ideales y sepulté algún hueso
en el jardín del pasado para colaborar con mis tuétanos en la simiente de la
historia.
Al cumplir treinta años
trabajando en mi consulta, los libros publicados, los pedidos internacionales y
mis relaciones sociales, me hacen sentir mesura y templanza para trabajar otros
veinte años más, llegar con ello al oro y después evaluar.
Gracias a los que hacen
posible seguir deseando salud, educación y cultura para todos.
Dr. Carlos Fernández
Suscribirse a:
Entradas (Atom)