martes, 14 de marzo de 2017

DIÁLOGO DE LOS AMANTES (Fragmento de Bodas de Sangre)


 

DIÁLOGO DE LOS AMANTES

(Fragmento de Bodas de Sangre)

 

 

LEONARDO:            ¡Calla!

 

NOVIA:                     Desde aquí yo me iré sola.

                                   ¡Vete! Quiero que te vuelvas.

LEONARDO.            ¡Calla, digo!

 

NOVIA:                     Con los dientes,

con las manos, como puedas,

quita de mí cuello honrado

el metal de esta cadena

dejándome arrinconada

allá en mi casa de tierra.

Y si no quieres matarme

como víbora pequeña,

pon en mis manos de novia

el cañón de tu escopeta.

¡Ay, qué lamento, qué fuego

me sube por la cabeza!

¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!

 

LEONARDO:             Ya dimos el paso, ¡calla!

Porque nos persiguen cerca

y te he de llevar conmigo.

 

 

NOVIA:                     ¡Pero ha de ser a la fuerza!

 

LEONARDO:            ¿A la fuerza? ¿Quién bajo

primero las escaleras?

 

NOVIA:                     Yo las bajé.

 

LEONARDO:            ¿Quién le puso

al caballo brillas nuevas?

 

NOVIA:                     Yo misma. Verdad

 
LEONARDO:            ¿Y qué manos

me calzaron las espuelas?

 
NOVIA:                     Estas manos, que son tuyas,

                                   pero que al verte quisieran

                                   quebrar los ramos azules

                                   y el murmullo de tus venas.

                                   ¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Aparta!

                                   Que si matarte pudiera,

te pondría la mortaja

con los filos de violetas.

¡Ay, qué lamento, qué fuego

me sube por la cabeza.

 

LEONARDO:            ¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!

                                   Porque yo quise olvidar

y puse un muro de piedra

entre tu casa y la mía.

es verdad. ¿No lo recuerdas?

Y cuando te vi de lejos

me eché a los ojos arena.

Pero montaba a caballo

y el caballo iba a tu puerta.

Con alfileres de plata

mi sangre se puso negra,

y el sueño me fue llenando

las carnes de mala hierba.

Que yo no tengo la culpa,

que la culpa es de la tierra

y de ese olor que te sale

de los pechos y las trenzas.

 

NOVIA:                     ¡Ay, qué sinrazón! No quiero

contigo cama ni cena,

y no hay minuto del día

que estar contigo no quiera,

porque me arrastras y voy,

y me dices que me vuelva

y te sigo por el aire

como una brizna de hierba.

He dejado a un hombre duro

y a toda su descendencia

en la mitad de la boda

y con la corona puesta.

Para ti será el castigo

y no quiero que lo sea.

¡Déjame sola! ¿Huye tú!

No hay nadie que te defienda.

 

LEONARDO:            Pájaros de la mañana

por los árboles se quiebran.

La noche se está muriendo

en el filo de la piedra.

Vamos al rincón oscuro

donde yo siempre te quiera,

que no me importe la gente

ni el veneno que nos echa.

 

NOVIA:                     Y yo dormiré a tus pies

para guardar lo que sueñas.

Desnuda, mirando al campo.

Como si fuera una perra,

¡porque lo soy! Que te miro

y tu hermosura me quema.

 

LEONARDO:            Se abrasa lumbre con lumbre.

La misma llama pequeña

mata dos espigas juntas.

¡Vamos!

 

NOVIA:                     ¿A dónde me llevas?

 

LEONARDO:            Adonde no puedan ir

Estos hombres que nos cercan.

¡Donde yo pueda mirarte!           

 

NOVIA:                     Llévame de feria en feria,

dolor de mujer honrada,

a que las gentes me vean

con las sábanas de boda

al aire, como banderas.

 

LEONARDO:            También yo quiero dejarte

si pienso como se piensa.

Pero voy donde tú vas.

Tú también. Da un paso. Prueba.

Clavos de luna nos  funden

mi cintura y tus caderas.

 

NOVIA:                     ¿Oyes?

 

LEONARDO:            Viene gente.

 

NOVIA:                     ¡Huye!

Es justo que yo aquí muera

con los pies dentro del agua

y espinas en la cabeza.

y que me lloren las hojas,

mujer perdida y doncella.

 

LEONARDO:            Cállate. Ya suben

 

NOVIA:                     ¡Vete!

 

LEONARDO:            Silencio. Que no nos sientan.

Tú delante. ¡Vamos, digo!

 

NOVIA:                     ¡Los dos juntos!

 

LEONARDO:            ¡Como quieras!

Si nos separan, será

porque esté muerto.

 

NOVIA:                     Y yo muerta.

 

 

Federico García Lorca

 

                       

                

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