martes, 27 de febrero de 2018
domingo, 25 de febrero de 2018
CÁLIDA RUEDA - Enrique Molina
CÁLIDA RUEDA
No llegaremos nunca a nada
El fuego extinto no se
extingue
El amor gira en su ceniza:
Ningún beso se desvanece
Cuerpos queridos a lo
lejos
Y cuerpos próximos sin
puentes
La gaviota de los adioses
Está inmóvil en la
corriente
Rostros que pasan pero
tornan
--El bello girasol humano…--
Esa luz que parece noche
Esa noche llena de faros
Porque una vez será otra
vez
Y el universo está en mi
sangre
Corazones enardecidos
Oh sierpes del sol
¡Insaciables!
Enrique Molina
jueves, 22 de febrero de 2018
RIQUEZA -Gabriela Mistral
RIQUEZA
Tengo la dicha fiel
y la dicha perdida:
la una como rosa,
la otra como espina.
De lo que me robaron
no fui desposeída;
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida,
y estoy rica de púrpura
y de melancolía.
¡Ay, qué amante es la rosa
y qué amada la espina!
Como el doble contorno
de dos frutas mellizas
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida.
Gabriela Mistral
miércoles, 21 de febrero de 2018
LA CANCIÓN QUE OYÓ EN SUEÑOS EL VIEJO
LA CANCIÓN QUE OYÓ
EN SUEÑOS EL VIEJO
(FRAGMENTO)
VI
De pronto el corazón, con
ansia extrema
mezclada a un tiempo de
placer y espanto,
latió, mientras su labio
murmuraba:
“¡No, los muertos no
vuelven de sus antros!
Él era y no era él; mas su
recuerdo,
dormido en lo profundo
del alma, despertóse con
violencia
rencoroso y adusto.
-No soy yo, ¡pero soy! –
murmuró el viento--,
y vuelvo, amada mía,
desde la eternidad para
dejarte
ver otra vez mi incrédula
sonrisa.
“¡Aún has de ser feliz! –te
dije un tiempo,
cuando me hallaba al borde
de la tumba-.
Aún has de amar-; y tú,
con fiero enojo,
me respondiste: “¡Nunca!-
“¡Ah! ¿Del mudable corazón
has visto
los recónditos pliegues?-,
volví a decirte, y tú,
llorando a mares,
repetiste: “¡Tú solo, y
para siempre!...
Después, era una noche
como aquéllas;
y un rayo de la luna, el
mismo acaso
que a ti ya mí nos alumbró
importuno,
os alumbraba a entrambos.
Cantaba un grillo en el
vecino muro,
y todo era silencio en la
campiña,
¿no te acuerdas, mujer? Yo
vine entonces,
sombra, remordimiento o
pesadilla.
Más tú, engañada
recordando al muerto,
pero también el vivo
enamorada,
te olvidaste del cielo y
de la tierra
y condenaste el alma.
Una vez, una sola,
aterrada volviste de ti
misma,
¡como para sentir mejor la
muerte,
de la sima al caer, vuelve
la víctima!
Y aún entonces, ¡extraño
cuanto horrible
reflejo del pasado!,
el abrazo convulso de tu
amante
te recordó, mujer,
nuestros abrazos.
“¡Aún has de ser feliz!-,
te dije un tiempo,
y me engañe. No puede
serlo quien lleva la
traición por guía,
y a su sombra mortífera se
duerme.
“¡Aún has de amar!-, te
repetí, y amaste,
y protector asilo
diste, desventurada, a una
serpiente
en aquel corazón que fuera
mío.
Emponzoñada estás; odios y
penas
te acosan y persiguen,
y yo casi con lástima
contemplo
tu pecado y tu mancha irredimibles.
¡Más, vengativo, al cabo
yo te amaba
ardientemente y te amo
todavía!...
Vuelvo para dejarte
ver otra vez mi incrédula
sonrisa.
Rosalía de Castro
domingo, 18 de febrero de 2018
LA DULCE BOCA - Luis de Góngora
LA DULCE BOCA
La dulce boca que a gustar
convida
un humor entre perlas
destilado,
y a no envidiar aquel
licor sagrado
que a Júpiter ministra el
garzón de ida,
¡amantes! No toquéis si
queréis vida:
porque entre un labio y
otro colorado
Amor está de su veneno
armado,
cual entre flor y flor
sierpe escondida.
No os engañen las rosas
que al Aurora
diréis que aljofaradas y
olorosas
se le cayeron del purpúreo
seno.
Manzanas son de Tántalo y
no rosas,
que después huyen del que
incitan ahora
y sólo del Amor queda el
veneno.
Luis de Góngora
sábado, 17 de febrero de 2018
LA MAESTRA RURAL - Gabriela Mistral
LA MAESTRA RURAL
La Maestra era pura. “Los
suaves hortelanos”, decía,
“de este predio, que es
predio de Jesús,
han de conservar puros los
ojos y las manos,
guardar claros sus óleos,
para dar clara luz”.
La Maestra era pobre. Su
reino no es humano.
(Así en el doloroso
sembrador de Israel.)
Vestía sayas pardas, no
enjoyaba su mano
¡y era todo su espíritu un
inmenso joyel!
La Maestra era alegre.
¡Pobre mujer herida!
Su sonrisa fue un modo de
llorar con bondad.
Por sobre la sandalia rota
y enrojecida,
tal sonrisa, la insigne
flor de su santidad.
¡Dulce ser! En su río de
mieles, caudaloso,
largamente abrevaba sus
tigres el dolor!
Los hierros que le
abrieron el pecho generoso
¡más anchas le dejaron las
cuencas del amor!
¡Oh, labriego, cuyo hijo
de su labio aprendía
el himno y la plegaria,
nunca viste el fulgor
del lucero cautivo que en
sus carnes ardía:
pasaste sin besar su
corazón en flor!
Campesina, ¿recuerdas que
alguna vez prendiste
su nombre a un comentario
brutal o baladí?
Cien veces la miraste,
ninguna vez la viste
¡y en el solar de tu hijo,
de ella hay más que de ti!
Pasó por él su fina, su delicada esteva,
abriendo surcos donde
alojar perfección.
La albada de virtudes de
que lento se nieva
es suya. Campesina, ¿no le
pides perdón?
Daba sombra por una selva
su encina hendida
el día en que la muerte la
convidó a partir.
Pensando en que su madre
la esperaba dormida,
a La de Ojos Profundos se
dio sin resistir.
Y en su Dios se ha
dormido, como un cojín de luna;
almohada de sus sienes,
una constelación;
canta el Padre para ella
sus canciones de cuna
¡y la paz llueve largo
sobre su corazón!
Como un henchido vaso,
traía el alma hecha
para volcar aljófares
sobre la humanidad;
y era su vida humana la
dilatada brecha
que suele abrirse el Padre
para echar claridad.
Por eso aun el polvo de
sus huesos sustenta
púrpura de rosales de
violento llamear.
¡Y el cuidador de tumbas,
como aroma, me cuenta, las
plantas del que huella sus
huesos, al pasar!
Gabriela Mistral
jueves, 15 de febrero de 2018
NO PUDIMOS SER - Miguel Hernández
NO PUDIMOS SER
No pudimos ser. La tierra
no pudo tanto. No somos
cuanto se propuso el sol
en un anhelo remoto.
Un pie se acerca a lo
claro.
En lo oscuro insiste el
otro.
Porque el amor no es
perpetuo
en nadie, ni en mí
tampoco.
El odio aguarda un
instante
dentro del carbón más
hondo.
Rojo es el odio y nutrido.
El amor, pálido y solo.
Cansado de odiar, te amo.
Cansado de mar, te odio.
Llueve tiempo, llueve
tiempo.
Y un día triste entre
todos,
triste por toda la tierra,
triste desde mí hasta el
lobo,
dormimos y despertamos
con un tigre entre los
ojos.
Piedras, hombres como
piedras,
duros y plenos de encono,
chocan en el aire, donde
chocan las piedras de
pronto.
Soledades que hoy rechazan
y ayer juntaban sus
rostros.
Soledades que en el beso
guardan el rugido sordo.
Soledades para siempre.
Soledades sin apoyo.
Cuerpos como un mar voraz,
entrechocando, furioso.
Solitariamente atados
por el amor, por el odio,
por las venas surgen
hombres,
cruzan las ciudades,
torvos.
En el corazón arraiga
solitariamente todo.
Huellas sin campaña quedan
como en el agua, en el
fondo.
Sólo una voz, a lo lejos,
siempre a lo lejos la
oigo,
acompaña y hace ir
igual que el cuello a los
hombros.
Sólo una voz me arrebata
este armazón espinoso
de vello retrocedido
y erizado que me pongo.
Los secos vientos no
pueden
secar los mares jugosos.
Y el corazón permanece
fresco en su cárcel de
agosto
porque esa voz es el arma
más tierna de los arroyos:
“Miguel: me acuerdo de ti
después del sol y del
polvo,
antes de la misma luna,
tumba de un sueño
amoroso!.
Amor: aleja mi ser
de sus primeros escombros,
y edificándome, dicta
una verdad como un soplo.
Después del amor, la
tierra.
Después de la tierra,
todo.
Miguel Hernández
martes, 13 de febrero de 2018
ORILLAS DE TU VIENTRE - Miguel Hernández
ORILLAS DE TU VIENTRE...
¿Qué exaltaré en la tierra que no sea algo tuyo?
A mi lecho de ausente me echo como a una cruz
de solitarias lunas del deseo, y exalto
la orilla de tu vientre.
Clavellina
del valle que provocan tus piernas.
Granada que ha rasgado de plenitud su boca.
Trémula zarzamora suavemente dentada
donde vivo arrojado.
Granada que ha rasgado de plenitud su boca.
Trémula zarzamora suavemente dentada
donde vivo arrojado.
Arrojado
y fugaz como el pez generoso,
ansioso de que el agua, la lenta acción del agua
lo devaste: sepulte su decisión eléctrica
de fértiles relámpagos.
ansioso de que el agua, la lenta acción del agua
lo devaste: sepulte su decisión eléctrica
de fértiles relámpagos.
Aún
me estremece el choque primero de los dos;
cuando hicimos pedazos la luna a dentelladas,
impulsamos las sábanas a un abril de amapolas,
nos inspiraba el mar.
cuando hicimos pedazos la luna a dentelladas,
impulsamos las sábanas a un abril de amapolas,
nos inspiraba el mar.
Soto
que atrae, umbría de vello casi en llamas,
dentellada tenaz que siento en lo más hondo,
vertiginoso abismo que me recoge, loco
de la lúcida muerte.
dentellada tenaz que siento en lo más hondo,
vertiginoso abismo que me recoge, loco
de la lúcida muerte.
Túnel
por el que a ciegas me aferro a tus entrañas.
Recóndito lucero tras una madreselva
hacia donde la espuma se agolpa, arrebatada
del íntimo destino.
Recóndito lucero tras una madreselva
hacia donde la espuma se agolpa, arrebatada
del íntimo destino.
En
ti tiene el oasis su más ansiado huerto:
el clavel y el jazmín se entrelazan, se ahogan.
De ti son tantos siglos de muerte, de locura
como te han sucedido.
el clavel y el jazmín se entrelazan, se ahogan.
De ti son tantos siglos de muerte, de locura
como te han sucedido.
Corazón
de la tierra, centro del universo,
todo se atorbellina, con afán de satélite
en torno a ti, pupila del sol que te entreabres
en la flor del manzano.
todo se atorbellina, con afán de satélite
en torno a ti, pupila del sol que te entreabres
en la flor del manzano.
Ventana
que da al mar, a una diáfana muerte
cada vez más profunda, más azul y anchurosa.
Su hálito de infinito propaga los espacios
entre tú y yo y el fuego.
cada vez más profunda, más azul y anchurosa.
Su hálito de infinito propaga los espacios
entre tú y yo y el fuego.
Trágame,
leve hoyo donde avanzo y me entierro.
La losa que me cubra sea tu vientre leve,
la madera tu carne, la bóveda tu ombligo,
la eternidad la orilla.
La losa que me cubra sea tu vientre leve,
la madera tu carne, la bóveda tu ombligo,
la eternidad la orilla.
En
ti me precipito como en la inmensidad
de un mediodía claro de sangre submarina,
mientras el delirante hoyo se hunde en el mar,
y el clamor se hace hombre.
de un mediodía claro de sangre submarina,
mientras el delirante hoyo se hunde en el mar,
y el clamor se hace hombre.
Por
ti logro en tu centro la libertad del astro.
En ti nos acoplamos como dos eslabones,
tú poseedora y yo. Y así somos cadena:
mortalmente abrazados.
En ti nos acoplamos como dos eslabones,
tú poseedora y yo. Y así somos cadena:
mortalmente abrazados.
Miguel Hernández
domingo, 11 de febrero de 2018
HOY QUIERO ESCRIBIR UNA CARTA DE AMOR - Magdalena Salamanca
HOY QUIERO ESCRIBIR UNA CARTA DE AMOR
Alejada
del humo negro de la noche,
escribo
en los pasillos de la vida
y,
en mis labios, nace una sonrisa.
muda
de palabras, grito versos
y
los abismos forjan sus puentes.
Hoy
quiero escribir una carta de amor
que
impregne el universo de palabras
y
los vientos con olor a violeta,
para
que la sangre sea ese perfume
que
fecunda mi sexo de pétalos;
flor
naciendo en primavera.
Desde
la distancia del océano
y
la inmensidad azul,
hay
en mi piel restos de tu aroma,
aroma
de amor en tres dimensiones
que
limitan el espacio recorrido
bajo
el sol de la memoria.
Te
quiero en cada paso del camino,
en
los acantilados del verbo.
En
las grietas del corazón, te quiero.
Hubo
momentos donde mi amor
se
diluía en los latidos
de
una ardiente mirada,
y
otros donde una mirada
era
el silencio arrítmico de la noche.
Acaricio
lava púrpura.
yazco
en la vereda
donde
el silencio hiere
el
bramido de la noche,
ocultándose
tras el frío
mármol
de tus ojos.
Atrás
quedaron los latidos
a
destiempo.
Poseída
por la sed hueca
de
la madrugada,
rectifico
la aurora
y
te hablo de amor.
Son
palabras, tus manos,
palabras
como látigos
azotando
la ausencia.
no
recuerdo el surco de esta pluma
que
clama el viento
la
pureza de un abrazo.
Ando
rodando en vertical.
la
línea obtusa de tu sexo
me
indica el centro.
Hago
un semicírculo en el aire
y
caigo sin piedad
en
la cuadrícula insatisfecha
de
este cuaderno sin anillas.
Las
hojas trazan paralelas
entre
el amor y el odio.
Un
tobogán de sueño
despierta
la ecuación y
divide
el ángulo
en
batallones de segmentos
bien
uniformados.
Todas
las figuras
también
las aritméticas,
esperan
alineadas
frente
a tu presencia.
Han
acabado los comienzos
con
agudas fisuras en la voz:
gritos
y alaridos han muerto.
Paseando
por tus calles,
he
contemplado la vida
suplicándome
una palabra
suave,
leve, que nos lleve
de
la mano a la frondosa
latitud
del amor.
Hay
una canción entre nosotros
que
tiene el tono de las flores,
el
bramido de nuestra piel,
amándose.
Magdalena
Salamanca Gallego
De
“Habitación 501”
jueves, 8 de febrero de 2018
ÚLTIMA NOTA
ÚLTIMA NOTA
Vuelo por los restos del pasado
esos sin tiempo y sin retorno
y no es la nostalgia, es el temblor
ante el futuro extremo,
ese punto único, inevitable
lugar en tierra.
Vuelo por el año que ha pasado
ese que conoció la guerra
ese que comenzó la paz
un año sin reservas
donde hasta el dinero
ha perdido su brillo.
Vuelo por debajo de las protestas
por encima de las palabras
y nadie me sigue, sólo quieren sangre,
confort inmediato, acabar con los amos,
Mientras los pobres son los olvidados,
los sin amor, los sin salud en la mano.
Tierra mía,
tierra tuya,
que marcaste con tu lengua
los confines del mundo,
tú que saciaste tu avaricia
y hasta tu bondad, en hondos versos,
tú que abres tus puertas y tus bocas
para que desparezcan los límites
para que no haya dentro y fuera,
hasta los cadáveres llega tu silencio.
SUEÑO DE CURACIÓN
SUEÑO
DE CURACIÓN
En
el colmo del amor
blanqueo
mi ritmo
--fugitivo—
en
un rayo de sol.
Trasciendo
un azul que se deshoja
en
gramilla fértil que sembró mi paso.
Suelto
mi cuerpo ágil
al
viento en común,
mi
poesía.
Agrandada
y veraz
pereza
desnuda
transparente
sombría.
Intenso
ardid con el que oscilo
pendiente
del ocio
imperdibles
alientos
del
profundo verano
sepultado
de mar.
Te
oprimo,
¿ves?
te
toco.
Guardo
entre residuos calientes
una
sangre cuajada de verde.
Tu
cansancio reptando
en
el hierro de la letra.
En
el colmo del odio
te
aniquilo.
Impura
esconda mi mano
para
no arrojar la piedra.
Entre
abrazos me preguntas
¿Quién
inventó la comida?
¿Quién
puso los horarios?
¿Seguiremos
pensando que fue la burguesía?
María
Chévez
martes, 6 de febrero de 2018
UN VIEJO LOBO
UN VIEJO LOBO
Cuando me falta mi mundo,
y me falta siempre,
convoco a los nobles de la juventud,
fumo con ellos un cigarro
y les pido
que consuelen mis penas callejeras.
Sin darme cuenta
que también yo vivía en el exilio,
descarté tener la coherencia y la disciplina
que hubiese tenido un hombre libre en la ciudad.
Un viejo lobo,
consumido por el deseo
de destripar las ovejas,
descuartizar los conejos,
y muy a pesar de eso,
logra controlar brutales excesos.
Hay momentos de la vida,
donde callar
se convierte en culpa,
y hablar es una obligación.
Un deber civil.
Un desafío moral.
Un imperativo categórico
del cual no te puedes evadir.
domingo, 4 de febrero de 2018
LA CLASE
LA CLASE
Como
un niño que en la tarde brumosa va diciendo su lección y se duerme.
Y
allí sobre el magno pupitre está el mudo profesor que no escucha.
Y
ha entrado en la última hora un vapor leve, porfiado,
pronto
espesísimo, y ha ido envolviéndolos a todos.
Todos
blandos, tranquilos, serenados, suspiradores,
ah,
cuán verdaderamente reconocibles.
Por
la mañana han jugado,
han
quebrado, proyectado sus límites, sus ángulos, sus risas,
sus
imprecaciones, quizá sus libros.
y
ahora una brisa inmovible, una bruma, un silencio, casi un beso,
los
une, los borra, los acaricia, suavísimamente los recompone.
Ahora
son como son. Ahora puede reconocérseles.
Y
todos en la clase se han ido adurmiendo.
Y
se alza la voz todavía, porque la clase dormida se sobrevive.
Una
borrosa voz sin destino,
que
se oye y que no se supiera ya de quién fuese.
Y
existe la bruma dulce, casi olorosa, embriagante,
y
todos tienen su cabeza sobre la blanda nube que los envuelve.
Y
quizá un niño medio se despierta y entreabre los ojos,
y
mira y ve también el alto pupitre desdibujado
y
sobre él el bulto grueso, casi de trapo, dormido, caído, del abolido
profesor
que allí sueña.
Vicente Aleixandre
jueves, 1 de febrero de 2018
VERGÜENZA - Gabriela Mistral
VERGÜENZA
Si
tú me miras, yo me vuelvo hermosa
como
la hierba a que bajó el rocío,
y
desconocerán mi faz gloriosa
las
altas cañas cuando baje al río.
Tengo
vergüenza de mi boca triste,
de
mi voz rota y mis rodillas rudas;
ahora
que me miraste y que viniste,
me
encontré pobre y me palpé desnuda.
Ninguna
piedra en el camino hallaste
más
desnuda de luz en la alborada
que
esta mujer a la que levantaste,
porque
oíste su canto, la mirada.
Yo
callaré para que no conozcan
mi
dicha los que pasan por el llano,
en
el fulgor que da a mi frente tosca
en
la tremolación que hay en mi mano...
Es
noche y baja a la hierba el rocío;
mírame
largo y habla con ternura,
¡que
ya mañana al descender al río
lo
que besaste llevará hermosura!
Gabriela
Mistral
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