TESTIGOS PERDIDOS
Óyeme:
Criatura de pasión y
abandono con labios de mil noches que
no quieren morir
dilapidada ante la esfinge
del pan y del agua
de un país lacerado por la
memoria
de adiós en adiós de
sombra en sombra la ruta se prolonga
hasta las islas
somnolientas de tu cuerpo
Las mejillas doradas y la
increíble maleta sobre la tierra
entre las comisuras del
hotel
Tantas frases de pasión y
de odio
Y en la playa las
pescadoras bajo sus trenzas chorreantes
bañándose en el amanecer
Con el escalofrío de sus
toscas camisas
Una blanca águila de
espumas con senos palpitantes para las
leyendas del viento
En la impalpable mutación
de mi sangre
Faz intrusa de la bahía
espiando desde el balcón nuestros
amores sobre el petate
Y tú mi ciencia de
extravío
Haciendo desaparecer esos
personajes de la extrema alegría
en las ceremonias ambiguas
Que ligan la tierra y el
sueño
Los ídolos vagabundos que
sustentaron mi fanatismo y
mi debilidad
Óyeme:
Perdida hechicera del
perfume del viento en la estación
inconmensurable
En el perpetuo conflicto
De beso y ausencia de
agonía y furor
Más allá de la parálisis
en tu cueva de llamas abrías el jardín
del desayuno entre las
sábanas
Y el pozo blanco y sin
fondo del pan en la espesura matinal
de los besos
El talud ha desparecido
pero en lo profundo de un reino sin tregua
Yo hubiera querido seguir
balbuceando ante los restos de un
amor devorador
Yo con una manzana nefasta
y labios de forajido
Cada ribera deshaciéndose
cada pájaro de paso cada sonrisa
con la noche cada objeto
en pleno vuelo
Instalados como el infierno
en una belleza insalvable
Óyeme:
Gran sombrero de paja en
llamas del pequeño vendedor de
mangos en la escollera
Mercaderías fáusticas
altares de la costa
Con fuego y polvo han sido
creados estos huacos de
imágenes obscenas que
sellan vínculos meteóricos
La ciega dulzura de estar
vivo en un circo de formas feroces
modificadas a cada latido
mientras camino a lo largo de
los médanos con el pecho
constelado por un oro
demoníaco.
Ese irrisorio antro de
cinc de la Aduana deja pasar
sin embargo tanta miseria
Tanta mirada ausente
Para esas almas de
escándalo que desarraigan a sus hombres
con magias confusas
Mordiendo sus lenguas
Con apariciones de voz
negra que hablan un idioma
encarnizado y húmedo de
equinoccio
Óyeme:
Sexo azul de mujer cuando
impones tu autoridad y tu fuerza
en cualquier límite de
estrellas
Entre los movimientos del
verano y las sorpresas de una tierra
que entrega sus secretos
A la luz del delirio
Oh amante desconocida
apostada en los más altos vientos a
mi espera
Hacia la irrealidad y la
decrepitud
Pero aún prisionera de
estos veloces vuelos de alacranes
Vosotros sois testigos –mujer
de antaño virando hacia
otras dichas
Paisajes tatuados sosías
sin identificación ni esperanza
inventario de viejos
sortilegios de mi vida—de que algo
inmenso y devastador
Como una lámpara que se
desborda
Como el diálogo de un dios
con el huésped de un burdel del
olvido
Sobrepasaba instante por
instante mi ser oscuro
El terror
El ansioso torbellino de
venas de un hombre desconcertado
por la presión de su
aliento
Enrique Molina
No hay comentarios:
Publicar un comentario